«Pero vosotros amad a vuestros enemigos,

hacedles bien y prestad sin esperar nada.»

 

 

 

«Pero a vosotros los que escucháis, os digo: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os insultan.
Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues tampoco la túnica.
A todo el que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no se lo reclames.
Y como queréis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos.
Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a quienes los aman.
Si hacéis bien solamente a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo.
Y si prestáis esperando recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir otro tanto.
Antes bien, amad a vuestros enemigos, hacedles bien y prestad sin esperar nada; entonces vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bondadoso con los ingratos y los malos».
(Lucas 6:27–35)

Al meditar en estas palabras, deseo recibir la enseñanza que ellas nos dan.


(1) Al leer Lucas 6:27–35, me surgió la pregunta de por qué el versículo 27 comienza con la conjunción «pero». Por eso, al leer los versículos anteriores, encontré algunos puntos interesantes:
 
  1. «Bienaventurados los pobres…» (v.20)

  2. «Bienaventurados los que ahora tenéis hambre…» (v.21)

  3. «Bienaventurados los que ahora lloráis…» (v.21)

  4. «Bienaventurados sois cuando los hombres os odien por causa del Hijo del Hombre…» (v.22)

(i)  Después de esto, Lucas introduce cuatro advertencias que comienzan con «¡Ay…!» [en griego Οὐαί (ouaí)], una interjección del griego antiguo que expresa lamento profundo, dolor, juicio o advertencia:
  1. «¡Ay de vosotros, los ricos…!» (v.24)

  2. «¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados…!» (v.25)

  3. «¡Ay de vosotros, los que ahora reís…!» (v.25)

  4. «¡Ay de vosotros cuando todos los hombres hablen bien de vosotros…!» (v.26)

En este contexto, antes de pronunciar el primer «¡Ay…!» (v.24), Lucas utiliza la conjunción «pero» [griego Πλὴν (plēn)] para introducir una enseñanza que contrasta con las bienaventuranzas anteriores (vv.20–23).

(a) El autor del Evangelio de Lucas, desde el versículo 20 hasta el 22, utiliza cuatro veces expresiones que comienzan con «Bienaventurados…» [en griego Μακάριοι (makárioi)], palabra que describe un estado bajo el favor gracioso de Dios, es decir, una alegría que no depende de las circunstancias externas, sino de la relación con Dios.

Posteriormente, Lucas inicia el pasaje de Lucas 6:27 también con «pero», usando una palabra griega distinta: Ἀλλὰ (allá).
¿Por qué Lucas emplea dos palabras griegas diferentes para «pero»?
 
Diferencia entre las dos conjunciones
  • Πλὴν (plēn), usada en el versículo 24, funciona como un adverbio que introduce una restricción, una ampliación o un contraste suave con lo anterior. En el contexto puede traducirse como «además», «sin embargo», «no obstante», «aun así».

  • Ἀλλὰ (allá), usada en el versículo 27, introduce un contraste mucho más fuerte. No solo significa «pero», sino que marca un giro radical, presentando una enseñanza completamente nueva de Jesús: amar a los enemigos. Es un llamado contundente a abandonar la lógica del mundo y adoptar la ética del Reino de Dios.


(2) Al leer Lucas 6:27–35 y compararlo con lo que Jesús dijo en los versículos 20–26, observé cuatro enseñanzas que Jesús repite y enfatiza:
 
(a) Primera enseñanza

«Cuando los hombres os odien por causa del Hijo del Hombre…» (v.22)
y
«Haced bien a los que os odian» (v.27)

Jesús declara bienaventurados a sus discípulos cuando son odiados por causa de Él, y luego les ordena obedecer haciendo bien a quienes los odian.

La expresión griega καλῶς (kalōs) significa «hacer el bien», «beneficiar a alguien». Este término también aparece en Mateo 12:11:
«El hombre es de más valor que una oveja; por tanto, es lícito hacer el bien en sábado».

Al meditar en esta enseñanza, recordé a David, quien hizo el bien al rey Saúl, a pesar de que este intentaba matarlo. En 1 Samuel 24:17, Saúl dijo a David:
«Tú eres más justo que yo, pues tú me has pagado con bien, mientras que yo te he pagado con mal».

Saúl reconoció que, aunque buscaba la vida de David, David había preservado la vida de Saúl y lo había tratado con bondad.

(n) La razón por la que David pudo hacer bien a Saúl fue porque había probado la bondad de Dios (Salmo 34:8; cf. Génesis 50:20).
David experimentó la bondad de Dios al vencer a Goliat, y también cuando fue librado de las manos de Saúl, quien lo odiaba y lo perseguía. David saboreó la salvación de Dios de manos de su enemigo (cf. Lucas 1:71). Por eso, aun siendo maltratado, pudo tratar a Saúl con bondad.

(ii)

Así también nosotros, imitando a David (y también a José, cf. Génesis 50:20), al experimentar la bondad de Dios, debemos hacer bien a quienes nos odian por causa de Jesús.

Si verdaderamente creemos que Dios es bueno (Salmo 34:8), que Su voluntad para nosotros es buena (Romanos 12:2) y que todas las cosas cooperan para bien de los que aman a Dios (Romanos 8:28), entonces, al haber probado la bondad de Dios, debemos hacer bien incluso a quienes nos odian (Lucas 6:27).

Si solo hacemos bien a quienes nos aman y no a quienes nos odian, no estamos obedeciendo las palabras de Jesús. Por eso Jesús dice en Lucas 6:33:
«Si hacéis bien solamente a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo.»