Jesús, quien enseñó y proclamó el evangelio de Dios
Por el poder del Espíritu Santo
“Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. Enseñaba en las sinagogas de ellos y todos lo alababan.” (Lucas 4:14–15)
Deseo recibir la gracia que el Señor me concede al meditar en estas palabras.
(1) Cuando medité en Lucas 4:14–15, lo primero que hice fue buscar si existían pasajes similares en Mateo y Marcos. Así llegué a reflexionar también en Mateo 4:12–17 y Marcos 1:14–15. Al compararlos, encontré varios puntos interesantes que me llevaron a una meditación más profunda.
(a) Primero, en el texto de hoy, Lucas 4:14 dice: “Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu...”,
mientras que Mateo 4:12 declara: “Cuando Jesús oyó que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea”,
y Marcos 1:14 añade: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea...”
Al meditar en estos textos en conjunto, llegué a la conclusión de que, después de haber sido tentado por el diablo en el desierto (Lc 4:1–13), Jesús oyó que Juan había sido encarcelado (Mt 4:12) y, “en el poder del Espíritu” (Lc 4:14), regresó a Galilea.
(i) Al reflexionar sobre la frase “Jesús regresó a Galilea” (Lc 4:14), recordé Mateo 3:13:
“Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán para ser bautizado por Juan.”
Esto me llevó a comprender que Jesús, que se hallaba en Galilea, fue al Jordán para ser bautizado por Juan. Luego, “lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, siendo tentado por el diablo” (Lc 4:1–2). Después de eso, “volvió a Galilea en el poder del Espíritu” (v.14).
Es decir, el recorrido de Jesús fue:
(1) desde Galilea → (2) al Jordán → (3) al desierto → (4) de regreso a Galilea.
Al meditar sobre este recorrido, noto algo interesante: en Lucas 4:14 se dice “Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu”, mientras que en Lucas 4:1–2 se menciona que Jesús, “lleno del Espíritu Santo”, volvió del Jordán y fue “guiado por el Espíritu” al desierto.
Lo que me resulta significativo es la obra y la guía del Espíritu Santo en todo este proceso. El mismo Espíritu que condujo a Jesús del Jordán al desierto, fue quien lo guió nuevamente desde el desierto hasta Galilea.
Sin embargo, en Lucas 4:1 se dice únicamente que fue “guiado por el Espíritu”, mientras que en 4:14 se afirma que volvió “en el poder del Espíritu”. ¿Por qué el autor Lucas añade esta expresión “en el poder del Espíritu”?
Los Evangelios presentan con frecuencia el ministerio mesiánico de Jesús en relación con la “potencia” (δύναμις) divina. En Lucas 4:14 se dice que volvió a Galilea “en el poder del Espíritu”, y en Lucas 5:17 se afirma:
“El poder del Señor estaba con Él para sanar a los enfermos.”
Los milagros de Jesús son llamados “obras poderosas” (Mt 11:20–23; Mc 6:2). Incluso la mujer que padecía flujo de sangre sintió que “poder” había salido de Él (Mc 5:30). La promesa de Marcos 9:1 —“algunos de los que están aquí no morirán antes de ver el reino de Dios venido con poder”— apunta a la resurrección y a Pentecostés, confirmando a Jesús como el Mesías dotado de poder divino.
En Lucas 4:14, la palabra “poder” proviene del griego δυνάμει (dynamei), el mismo término que usa Lucas en Hechos 1:8:
“Pero recibiréis poder [δύναμιν, dynamin] cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.”
El libro de Hechos comienza con esta promesa y luego muestra cómo ese poder del Espíritu se manifiesta en la curación del cojo (Hch 3:12), en los milagros extraordinarios hechos por medio de Pablo (Hch 19:11), y en el testimonio de los apóstoles “con gran poder” (Hch 4:33). Todos estos hechos confirman el evangelio y apuntan siempre al señorío de Cristo.
Mientras Lucas enfatiza que Jesús volvió “en el poder del Espíritu”, Mateo y Marcos destacan que regresó a Galilea después de oír del encarcelamiento de Juan. Así, Mateo y Marcos subrayan la causa histórica, mientras que Lucas enfatiza la causa espiritual: la conducción del Espíritu Santo.
Esto me llevó a pensar: ¿qué relación existe entre el encarcelamiento de Juan y la guía del Espíritu que llevó a Jesús a Galilea? Entonces recordé Marcos 1:12:
“Enseguida el Espíritu impulsó a Jesús al desierto.”
La expresión “impulsó” indica una guía dinámica y poderosa. De igual manera, el mismo Espíritu guió activamente a Jesús hacia Galilea cuando Juan fue encarcelado, y Jesús respondió a esa dirección del Espíritu con una voluntad plenamente activa. Esto muestra la perfecta unidad entre la voluntad de Jesús y la del Espíritu Santo.
(b) En segundo lugar, solo Lucas 4:14 menciona que “su fama se difundió por toda la región”. Me pregunté: ¿qué significa “esa fama”?
El término griego φήμη (phēmē) significa noticia, rumor o reputación transmitida entre la gente. Describe un movimiento dinámico de información hablada que forma la percepción pública.
Lucas 4:14 relata que, antes de que Jesús pronunciara siquiera un sermón en Galilea, su fama —impulsada por el poder del Espíritu— ya se extendía, preparando los corazones de las personas para recibirlo.
Así como el Espíritu usó a Juan el Bautista en el desierto para preparar el camino del Señor (Lc 3:4), el mismo Espíritu estaba obrando para preparar los corazones mediante la difusión de la fama de Jesús.
(c) En tercer lugar, Lucas 4:15 dice simplemente que Jesús “enseñaba en las sinagogas de ellos”.
Pero Marcos 1:14–15 añade que “predicaba el evangelio de Dios, diciendo: ‘El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio’.”
Y Mateo 4:17 dice: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo: ‘Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado’.”
Esto muestra que Jesús, al oír que Juan había sido encarcelado y regresar a Galilea en el poder del Espíritu, comenzó a proclamar en las sinagogas de Galilea el evangelio de Dios:
“El tiempo se ha cumplido, el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.”
La frase “El tiempo se ha cumplido” (Mc 1:15) utiliza el término griego καιρός (kairós), distinto de χρόνος (chrónos). Mientras chrónos indica tiempo cronológico, kairós significa oportunidad o momento decisivo en que ocurre la acción redentora de Dios.
Jesús, pues, había llegado al momento exacto determinado por Dios para cumplir las promesas de salvación.
El “evangelio de Dios” es la buena noticia de que, mediante la fe en Jesucristo, los pecadores reciben el perdón, la vida eterna y la entrada al reino de Dios.
Los elementos centrales de ese evangelio son:
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La salvación del pecado: Dios envió a Jesús para salvar a la humanidad condenada por el pecado.
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El sacrificio de Cristo: Jesús murió en la cruz en lugar del pecador.
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La resurrección y la vida eterna: Jesús resucitó de entre los muertos, y quienes creen en Él reciben perdón y vida eterna.
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El Reino de Dios: A través de Jesús, el reino de Dios ha venido a nosotros y se consumará plenamente en Su segunda venida.
El “reino de Dios” significa el ámbito del dominio soberano de Dios. No se trata de un lugar físico, sino del gobierno espiritual de Dios, ya presente por medio de Cristo y que se manifestará plenamente en el futuro. Se expande a través de quienes creen y obedecen Su palabra.
Los significados principales del Reino son:
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El gobierno divino: el ejercicio del poder soberano de Dios en todos los ámbitos.
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La obra de Cristo: Jesús proclamó y manifestó el reino a través de Su ministerio.
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El pueblo del reino: no se compone de edificios sino de personas que se someten al señorío de Dios; la Iglesia es el canal visible de esa expansión.
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Presente y futuro: el Reino se experimenta ahora por la fe, pero se consumará con la venida de Cristo.
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El cumplimiento de la voluntad divina: es donde la voluntad de Dios se hace en la tierra como en el cielo; por eso, oír y obedecer Su palabra es esencial.
La orden “Arrepentíos” (Mt 4:17; Mc 1:15) implica dos ideas: lamentar y cambiar.
En hebreo, la palabra es שׁוּב (shuv), que significa “volverse” o “retornar”, es decir, apartarse del camino errado y tomar el camino correcto: un giro radical de valores y propósito.
En griego, la palabra es μετανοέω (metanoeō), compuesta de meta (“más allá de”) y noeō (“pensar”). Literalmente significa “cambiar de mente”.
El arrepentimiento, pues, es una transformación interior total, un apartarse del pecado y un volverse hacia Dios.
La expresión “creed en el evangelio” (Mc 1:15) no significa solo conocer intelectualmente la buena noticia, sino aceptar a Jesucristo como Salvador personal y Señor de la vida, sometiéndose a Su gobierno y viviendo según Su voluntad.
Creer en el evangelio implica una decisión integral que abarca mente, corazón y voluntad, y conlleva vivir bajo el reinado de Dios.
Los aspectos de esta fe son:
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Aceptar el conocimiento de Cristo: creer que Jesús murió y resucitó por los pecadores, recibiéndolo como Salvador personal.
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Fe acompañada de arrepentimiento: no basta creer; es necesario volverse del pecado hacia Dios.
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Sumisión al señorío divino: aceptar el gobierno de Dios en la vida mediante la comunión con Cristo.
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Fe integral: confiar en Cristo con todo el ser —mente, corazón y voluntad—.
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Fe vivida: una fe que transforma el carácter y las acciones, manifestándose en seguir a Jesús.
(d) Finalmente, Lucas 4:15 concluye: “Y todos lo alababan.”
La palabra griega δοξαζόμενος (doxazomenos) significa “alabar, ensalzar, magnificar, celebrar”.
Expresa el acto de rendir gloria y honor, extendiendo esa gloria al Hijo, al Espíritu Santo y a la humanidad redimida.
Este verbo aparece 62 veces en el Nuevo Testamento, formando un cuadro teológico coherente:
Dios recibe gloria en Su obra redentora; Cristo es glorificado por Su obediencia y exaltación; el Espíritu glorifica a Cristo; y los creyentes glorifican a Dios tanto en el presente como en la futura transformación perfecta.
Así, cuando Jesús enseñaba en las sinagogas de las comunidades judías por el poder del Espíritu, Su enseñanza, llena de autoridad y poder, conmovía profundamente a las personas, provocando admiración, asombro y alabanza.
Resumen:
Jesús, lleno y empoderado por el Espíritu Santo, regresó a Galilea después de Su bautismo, tentación y el encarcelamiento de Juan. Guiado por el Espíritu, comenzó Su ministerio público proclamando el evangelio de Dios, llamando al arrepentimiento y a la fe, y revelando el reino de Dios con poder. Su palabra y Su obra, llenas de autoridad divina, movieron a muchos a glorificarlo, marcando el comienzo de Su ministerio mesiánico bajo el poder del Espíritu Santo.