¿Por qué el diablo llevó a Jesús a la ciudad santa de Jerusalén

y lo tentó allí, incluso citando un pasaje de la Escritura?

 

 

 

 

“Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso sobre el pináculo del templo y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden; y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra.
Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.  Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de Él por un tiempo.” (Lucas 4:9–13)

 

 

Meditando en este pasaje, deseo recibir las enseñanzas espirituales que Dios me quiere dar a través de él.

(1) Al meditar en Lucas 4:9–13, también lo hice en relación con Mateo 4:5–7.

Al hacerlo, llegué a percibir tres aspectos que me resultaron particularmente interesantes:

(a) En primer lugar, en Lucas 4:9–13 se registra esta prueba como la tercera y última tentación de Jesús,

mientras que en Mateo 4:5–7 aparece como la segunda.

No sabemos con certeza por qué el orden difiere, pero al menos en el Evangelio de Lucas hay algo que llama especialmente la atención:
en la primera tentación, el diablo dijo a Jesús:

“Si eres Hijo de Dios…” (Lc 4:3),

y en la última, dijo nuevamente:

“Si eres Hijo de Dios…” (v.9).

Este hecho me resulta fascinante, porque el diablo sabía perfectamente que Jesús era el Hijo de Dios, y aun así repitió dos veces esa frase.
La razón de ello es que Satanás, sabiendo que Jesús —quien es uno en esencia con el Padre (“El Padre y Yo somos uno”, Jn 10:30) y posee la misma naturaleza divina— había venido al mundo para cumplir el propósito de salvarnos, lo tentó para que abandonara esa misión redentora y, en su lugar, se salvara a Sí mismo.

Por ejemplo:

  • En la primera tentación, cuando Jesús tuvo hambre después de haber ayunado cuarenta días en el desierto (Lc 4:2), el diablo le dijo:

    “Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.” (v.3)
    En otras palabras, le decía: “Estás muriendo de hambre, usa tu poder para salvarte a ti mismo.”
    Pero Jesús respondió: “No sólo de pan vivirá el hombre.” (v.4)

  • En la tercera tentación, el diablo dijo:

    “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti para que te guarden.” (vv.9–10)
    El mensaje era el mismo: “Sálvate a ti mismo; Dios enviará a Sus ángeles para rescatarte.”

Sin embargo, cuando Jesús estuvo en la cruz y clamó con gran voz:

“Elí, Elí, ¿lama sabactani? (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?)” (Mt 27:46),
el Padre celestial —quien antes había dicho:
“Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.” (Lc 3:22)—
no descendió del cielo para salvarlo de la muerte en la cruz.
Aunque Dios había dicho una vez:
“He descendido para librarlos.” (Éx 3:8),
esta vez no “descendió”, porque la salvación del mundo requería el sacrificio de Su Hijo.

(b) En segundo lugar, al meditar en el hecho de que el diablo llevó a Jesús a la “ciudad santa”, Jerusalén, y lo puso sobre el pináculo del templo (Mt 4:5; Lc 4:9), recordé también la “Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén” de Apocalipsis 21:2 y 21:10.

¿Por qué el diablo eligió precisamente Jerusalén?
¿Acaso lo hizo sin propósito alguno, llevándolo a un lugar aleatorio?
Creo firmemente que no.
El diablo tuvo una razón muy específica para tentar a Jesús en la ciudad santa.

En Isaías 52:1–3, Dios promete que los hijos de Sion, atados por las cadenas del pecado y de la muerte, serán liberados y redimidos.
Jerusalén simboliza, pues, el centro de la obra salvadora de Dios.
Por eso el diablo llevó a Jesús allí: quiso disuadirlo de morir por los pecadores y persuadirlo a salvarse a Sí mismo.

Al decirle:

“Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti…” (Lc 4:9–10),
el diablo pretendía evitar que Jesús cumpliera Su papel como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1:29; cf. Ef 1:7; Col 1:14).
Le insinuaba que Dios mandaría a Sus ángeles para salvarlo, tentándolo a escapar de la cruz.

Antes de comenzar Su ministerio público, Jesús fue tentado tres veces en el desierto (Mt 4:1–11; Lc 4:1–13; cf. Mc 1:13).
Y al final de Su ministerio, mientras colgaba en la cruz, fue tentado tres veces más, esta vez por medio de personas:

  1. Los gobernantes se burlaban:

    “A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.” (Lc 23:35)

  2. Los soldados también lo ridiculizaban:

    “Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.” (vv.36–37)

  3. Uno de los malhechores crucificados blasfemaba:

    “¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros.” (v.39)

El mensaje en los tres casos era el mismo: “Sálvate a ti mismo, no mueras.”
Satanás no deseaba en absoluto que Jesús muriera para redimir a la humanidad; por eso repitió esa tentación tres veces, usando diferentes voces humanas.

Las enseñanzas que esto nos deja son:

  1. Satanás nos tienta constantemente, desde el comienzo hasta el final de nuestra vida.

  2. Él nos burla y ridiculiza, queriendo que vivamos según la voluntad humana y no según la voluntad de Dios, evitando el morir al yo.

  3. Sus tentaciones se acercan progresivamente: primero a través de personas más lejanas (como “los gobernantes”), luego por medio de quienes están más cerca (“los soldados”), y finalmente mediante los más íntimos (“el malhechor junto a Jesús”).
    Las tentaciones más peligrosas suelen venir de quienes más amamos, incluso de nuestra propia familia.

(c) En tercer lugar, notemos que el diablo también dijo:

“Porque escrito está…” (Lc 4:10; Mt 4:6)

Esto nos enseña que Satanás también cita la Escritura cuando tienta a los hijos de Dios.
Sin embargo, al hacerlo, añade o quita partes del texto, distorsionando su significado.

Cuando citó el Salmo 91:11–12, omitió deliberadamente la frase “en todos tus caminos”.

Compárese:

  • Salmo 91:11–12:
    “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra.”

  • Lucas 4:10–11:
    “A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden; y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra.”

Al suprimir “en todos tus caminos”, el diablo torció el sentido del texto.
Esto recuerda la advertencia de Apocalipsis 22:18–19, que prohíbe añadir o quitar palabras de la Escritura.

El propósito de Satanás al distorsionar la Palabra era impedir que Jesús dependiera plenamente de ella.
Ese sigue siendo su objetivo hoy: apartarnos de la confianza total en la Palabra de Dios y llevarnos a depender de nuestro propio entendimiento.

Recordé entonces el versículo que aprendí durante mi formación universitaria en discipulado, bajo el tema “La seguridad de la dirección divina”:

“Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas.” (Proverbios 3:5–6)

Al meditar en esto, comprendí que el mayor obstáculo para ser guiado por Dios es confiar en mi propia prudencia.
Aun cuando un camino me parezca bueno y acertado, si lo elijo sin fe, tarde o temprano descubriré que el resultado de esa decisión incrédula fue un error.

El Salmo 91, que el diablo citó, no fue escrito para alentar a tentar a Dios, sino para alabar Su poder de liberar a Su pueblo en medio de la adversidad.
La Escritura enseña claramente que Dios no aprueba los actos temerarios que interfieren con Su providencia (Dt 6:16; 18:20; Is 45:9).
Pero el diablo, por supuesto, ignoró estas verdades.

Por tanto, debemos recordar que citar la Biblia no garantiza que se esté comunicando la verdad divina.
Hoy también, Satanás hace que muchos apliquen mal la Palabra, deformándola por medio de falsos maestros, para corromper la fe pura (Mt 22:29; 2 Co 2:17).

Muchos grupos heréticos en el mundo proclaman la Biblia como su autoridad, pero la utilizan de forma egoísta y manipuladora, acomodándola a sus propios intereses.
En coreano, esta actitud se expresa con el proverbio “아전인수 (ajeoninsu)”, que literalmente significa “llevar el agua al propio campo de arroz”.
Proviene de tiempos antiguos en los que, al compartir el agua para los cultivos, algunos desviaban el canal únicamente hacia su propio terreno.
Así también, quienes interpretan la Escritura para su beneficio personal actúan egoístamente, tergiversando la verdad divina.

(2) La respuesta de Jesús a la segunda tentación del diablo fue:

“Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.” (Mt 4:7; cf. Lc 4:12)

Esta respuesta fue precisa frente a la manipulación del diablo (“Porque escrito está”, Mt 4:6).
Jesús no rechazó la Escritura que el diablo citó, sino que mostró el principio correcto de interpretación, usando la Escritura para interpretar la Escritura.

La cita de Jesús proviene de Deuteronomio 6:16:

“No tentaréis a Jehová vuestro Dios, como lo tentasteis en Masá.”

Ese versículo se refiere al episodio de Éxodo 17:1–7, cuando el pueblo de Israel, al no tener agua en Refidim (cuyo nombre significa “refresco” o “descanso”), discutió con Moisés y puso a prueba a Dios, diciendo:

“¿Está, pues, Jehová entre nosotros o no?” (v.7).
Por eso Moisés llamó a aquel lugar Masá (“prueba”) y Meribá (“contienda”).

Meditando de nuevo en este pasaje, aprendí tres lecciones:

  1. En tiempos de escasez, tendemos a discutir y murmurar (vv.2–3).

  2. En tiempos de escasez, no debemos tentar a Dios. Israel lo hizo porque dudó de Su presencia (v.7).

  3. Debemos actuar conforme a la Palabra de Dios (v.6).

Así como Israel discutió con Dios en “Refidim” —el lugar cuyo nombre significa “reanimar”—, nosotros también, cuando algo nos falta, corremos el riesgo de quejarnos y poner a prueba a Dios.
Pero en vez de eso, debemos clamar a Él con fe.
En Su tiempo, Él responderá.
Y cuando lo haga, debemos obedecerle.
Entonces, así como Dios hizo brotar agua de la roca, Cristo, la Roca espiritual (1 Co 10:4), hará fluir ríos de agua viva desde nuestro interior (Jn 7:38).

Deuteronomio 6:16 nos exhorta a no repetir el pecado de incredulidad de Israel en Masá.
“Tentar a Dios” significa dudar de Él, cuestionar Su presencia o Su fidelidad.
Por tanto, debemos confiar plenamente en Él y obedecer Su Palabra con fe.

Conclusión

  • Satanás intentó desviar a Jesús de Su misión redentora, tentándolo a salvarse a Sí mismo.

  • Eligió Jerusalén, la ciudad de la redención, para llevar a cabo esa tentación.

  • Citó la Escritura, pero la distorsionó con fines engañosos.

  • Jesús respondió con la Palabra correctamente interpretada, mostrándonos cómo vencer la tentación.

  • Nosotros, igualmente, debemos confiar totalmente en Dios, no en nuestra propia prudencia, y nunca poner a prueba Su fidelidad.