“Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco.”

 

 

 

“Mientras todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Y mientras oraba, el cielo se abrió, y el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma corporal, como una paloma. Entonces vino una voz del cielo que decía: ‘Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco.’” (Lucas 3:21-22)

 

 

Deseo meditar en esta Palabra y recibir la gracia que Dios nos concede a través de ella.

(1)

Al meditar en este pasaje, noté que el relato del bautismo de Jesús no solo aparece en Lucas 3:21–22, sino también en Mateo 3:13–17 y Marcos 1:9–11.
Por ello, comparé los tres textos, concentrándome principalmente en el de Lucas.

(a)

Al hacerlo, llamaron mi atención algunos detalles que no aparecen en Lucas, pero sí en los otros evangelios:

(i) Primero, se menciona que Jesús vino de Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el río Jordán (Marcos 1:9; cf. Mateo 3:13).

  • Nazaret de Galilea era el verdadero pueblo natal de Jesús. Allí vivió desde su regreso de Egipto —donde su familia se refugió huyendo de la persecución de Herodes— y allí pasó su infancia y juventud.
    El hecho de que Jesús dejara Nazaret, donde había vivido una vida privada durante unos treinta años, y acudiera al Jordán, donde Juan predicaba con gran fervor el bautismo de arrepentimiento, muestra que estaba cerrando su vida privada y comenzando su ministerio público. (Comentario Hokmah)

(ii) Segundo, cuando Jesús quiso ser bautizado por Juan, éste intentó impedirlo diciendo:
“Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?”
Pero Jesús le respondió:
“Déjalo así por ahora; conviene que cumplamos toda justicia.”
Entonces Juan consintió y lo bautizó (Mateo 3:14–15).

  • El hecho de que Juan bautizara a Jesús era la voluntad de Dios (“cumplir toda justicia”), y ambos obedecieron a esa voluntad.
    De este modo, Jesús cumplió la justicia divina al someterse al bautismo.
    En otras palabras, fue bautizado para cerrar su vida privada y entrar en su ministerio mesiánico público, conforme al plan de Dios (Bruce, Erdman).
    Además, el tema central del bautismo de Jesús era el sufrimiento vicario por los pecadores.
    Según el mensaje profético de Isaías, el Mesías aparece como el Siervo Sufriente (Isaías 42:1–9; 49:1–6; 50:4–9; 52:13–53:12).
    Por eso, después de bautizarlo, Juan proclamó: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
    Y el mismo Jesús describió su sufrimiento redentor como un “bautismo” (Lucas 12:50). (Hokmah)

(iii) Tercero, en Lucas 3:21–22 se dice que mientras Jesús oraba después de ser bautizado, el cielo se abrió y el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma corporal, como una paloma.
En Mateo 3:16 se relata que al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu de Dios descendía como paloma y venía sobre Él.
Marcos 1:10 dice: “Al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu descendía sobre Él como paloma.”

  • En conjunto, los tres evangelios muestran que, al ser bautizado por Juan y mientras oraba (Lucas), o al salir del agua (Mateo y Marcos), el cielo se abrió y el Espíritu Santo descendió sobre Jesús.
    Lucas enfatiza el aspecto de la oración en el momento de la venida del Espíritu, mientras que Mateo y Marcos presentan la secuencia del bautismo y la inmediata manifestación del Espíritu.
    Son el mismo acontecimiento, pero visto desde distintos ángulos.

Jesús fue bautizado por Juan “para cumplir toda justicia” (Mateo 3:15), o, en palabras de la Biblia moderna, “porque así conviene que hagamos la voluntad de Dios.”
Más concretamente, las razones del bautismo de Jesús fueron:

  • Cumplir toda justicia: A través de este acto, Jesús llevó a plenitud la voluntad y la ley de Dios.

  • Iniciar su ministerio público: Recibió reconocimiento público de parte de Juan, el profeta enviado a preparar su camino.

  • Identificarse con la humanidad: Aunque sin pecado, Jesús fue bautizado para mostrarse plenamente humano y solidario con quienes habría de salvar.

  • Revelar la Trinidad: El Espíritu descendió en forma de paloma, y el Padre habló desde el cielo, manifestando claramente la presencia del Dios Trino.

  • Afirmar el ministerio de Juan el Bautista: Su bautismo también reconoció que el ministerio de Juan provenía de Dios.

  • Simbolizar el inicio de la salvación: A través de su bautismo, Jesús mostró simbólicamente el perdón de los pecados y la nueva vida que recibirían los creyentes.

(2)

Finalmente, al meditar en Lucas 3:21–22, encuentro una gran gracia en las palabras:
“Vino una voz del cielo que decía: ‘Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco.’”

(a)

Esta gracia consiste en que, por medio del bautismo de Jesús, el Espíritu Santo descendió como paloma y la voz del Padre se oyó desde el cielo, revelando claramente a la Santísima Trinidad.
Esta voz fue la confirmación de que Dios el Padre reconocía y aprobaba al Hijo.
Sin embargo, cuando ese mismo Hijo amado, colgado en la cruz, clamó con voz fuerte:
“Eloí, Eloí, lama sabactani” (“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” – Marcos 15:34),
el Padre, aunque lo amaba, guardó silencio.
Y ese silencio, para mí, es una expresión profunda de gracia.

(i) Esta gracia se hace aún más asombrosa a la luz de Isaías 53:10:
“Pero quiso el Señor quebrantarlo, y hacerlo padecer; cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá descendencia, vivirá por largos días, y la voluntad del Señor prosperará en su mano.”

  • ¿Cómo pudo el Padre, que amaba a su Hijo unigénito, querer quebrantarlo?
    La respuesta se halla en Isaías 53:5:
    “Mas Él fue herido por nuestras rebeliones.”
    El Padre permitió que su amado Hijo fuera herido en la cruz por causa de nuestros pecados, para que así fuéramos perdonados y redimidos (Efesios 1:7; Colosenses 1:14) y hechos justos delante de Él (Isaías 53:11).

  • “Dios nos destinó de antemano para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad.” (Efesios 1:5)

  • “El Señor tu Dios está en medio de ti, poderoso para salvar; se gozará en ti con alegría, callará de amor, se regocijará por ti con cánticos.” (Sofonías 3:17)