Quiero confirmar que el Señor Soberano ha cumplido

las promesas que me hizo, y con gratitud desbordante alabarlo,

para que pueda recibir mi muerte en paz.

 

 




“Simeón tomó al niño en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: ‘Señor soberano, ahora dejas a tu siervo irse en paz, conforme a tu palabra; porque mis ojos han visto tu salvación, la cual has preparado ante todos los pueblos: luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel.’" (Lucas 2:28‑32)

 



Mientras medito estas palabras, deseo recibir la gracia del Señor.

(1) En Jerusalén había un hombre llamado Simeón, justo y devoto, que había recibido una revelación del Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Cristo del Señor. Esperaba con ansiía al Consolador de Israel (Lucas 2:25). Guiado por el Espíritu, él entró al templo justo cuando los padres de Jesús lo llevaban para cumplir las ceremonias de purificación; tomó al niño Jesús en brazos y alabó a Dios (v. 27‑28).

(a) En su alabanza comienza con la frase “Señor soberano” (del griego δέσποτα, despota) (v. 29). Esa palabra aparece diez veces en el Nuevo Testamento: la mitad aludiendo a Dios, y las otras cinco refiriéndose a un amo humano o cabeza de familia. En todos los casos enfatiza una autoridad absoluta que nadie puede disputar. En Lucas 2:29, el título “Señor soberano” subraya la libertad divina para cumplir las promesas del pacto.

(i) Vemos el mismo término en Hechos 4:24: “Señor soberano, tú que hiciste el cielo y la tierra…” En ese texto se hace referencia al cumplimiento del pacto mediante la inspiración profética de David (Salmo 2:1‑2). En Hechos 4:27‑28 se revela que los eventos alrededor de Jesús, conspirados por Herodes, Pilato, judíos y gentiles, se hicieron conforme al designio de Dios (su poder y voluntad) predeterminado.

(ii) La razón por la que Simeón comienza su alabanza en Lucas 2:29 con “Señor soberano” es porque Dios le había prometido que no moriría antes de ver al Mesías (v. 26). La revelación que recibió era que viviría para ver al Cristo. Al entrar al templo y ver al bebé Jesús (v. 27), el cumplimiento de esa promesa le llevó a comenzar su canto llamando a Dios “Señor soberano” (v. 28‑29).

(iii) Al meditar en esto, hasta ahora yo he usado el título de “Señor” (griego Kyrios) al dirigirme a Dios en oración o alabanza; pero a partir de ahora, como Simeón lleno del Espíritu, quiero usar en fe el título “Señor soberano” (Despota). Lo hago porque creo que el Señor Soberano ya ha cumplido en el cielo —y está cumpliendo ahora en la tierra— las promesas que me ha dado (Juan 6:1‑15 para mí, Salmo 63:3 y 1 Pedro 5:10 para mi familia, Mateo 16:18 para la iglesia). También creo que el Espíritu me dará mayor convicción interior de que aquello que es cumplido en el cielo se está manifestando en la tierra: “hágase tu voluntad como en el cielo, también en la tierra.” Jesús es a la vez el Dador de la promesa y el que es dado como cumplimiento. Como dice Números 23:19, Dios no es hombre para mentir, ni hijo de hombre para arrepentirse; y en Isaías 55:11 se afirma que su palabra no vuelve vacía, sino que ejecuta lo que Él desea.

(b) Simeón dice: “Señor soberano, ahora dejas ir a tu siervo en paz, conforme a tu palabra.” (v. 29). Esto significa: “He visto al Mesías que esperé toda mi vida; ahora puedo morir sin remordimientos.” Dios cumplió su promesa, Simeón sintió que su misión estaba completa y expresó su deseo profundo de descansar en paz.

(c) Simeón continúa: “porque mis ojos han visto tu salvación” (v. 30). Esto significa que finalmente vio con sus propios ojos la salvación prometida. En el Evangelio de Lucas se enfatiza que ver a Jesús es ver la salvación hecha carne. Simeón anticipó la obra redentora universal de Cristo. Esa salvación no es solo para Israel, sino para todos los pueblos. Él alaba a Dios con visión profética de que el evangelio se extendería más allá de Israel hacia todas las naciones.

En conclusión, Simeón descubrió en el niño Jesús la realización del plan de salvación de Dios, no solo para Israel, sino para toda la humanidad—una luz para los gentiles y gloria para Israel. Simeón, al ver al Mesías en su estado infantil, pudo recibir la muerte con gozo y paz. Si eso afectó tan poderosamente a Simeón, ¡cuánto más deberíamos nosotros, que vivimos en la era del evangelio donde la salvación en Cristo ya está consumada, mostrar gozo y firme convicción!

Aquí tienes la traducción al español del himno “Oh Jesús, te he prometido” basada en el contenido que me diste, manteniendo el estilo poético y reverente del original:

(v. 1)
Oh Jesús, te he prometido
Servirte hasta el final;
Permanece siempre cerca,
Mi Maestro y Amigo fiel.
No temeré la lucha
Si estás junto a mí,
Ni me desviaré del camino
Si eres mi Guía aquí.

(v. 2)
Oh Jesús, al seguirte
Según tu santa voz,
Cumple tus dulces promesas
En gloria, como oí.
Y siempre yo te seguiré,
Sirviéndote sin cesar,
Si en tu abundante gracia
Me guías sin fallar.

(v. 3)
Haz que sienta tu presencia,
Pues el mundo cerca está;
Veo luces que me ciegan,
Oigo voces de maldad.
Mis enemigos cercan
Fuera y dentro de mí;
Mas acércate, Jesús,
Y líbrame del mal.

(v. 4)
Oh Jesús, Tú has prometido
A todos los que van tras Ti,
Que donde estés en gloria
Tus siervos morarán allí.
Y yo te he prometido
Servirte sin retroceder;
Dame gracia para seguirte,
Mi Maestro y Amigo fiel. Amén.