La voluntad de Dios hacia nosotros

 

 

 

 

[1 Tesalonicenses 5:16-22]

 

 

Queridos hermanos, ¿saben cuál es la voluntad de Dios hacia ustedes? El pastor Howard Hendricks, en su libro "El hombre que edifica a otros", dijo lo siguiente: “Si no estás seguro de que lo que estás haciendo es la voluntad de Dios, cuando lleguen tiempos difíciles, vas a rendirte, o si las cosas van bien, te apropiaras de ese éxito para tu propia gloria. Por lo tanto, el propósito de Dios no se cumplirá correctamente.” ¿Qué piensan de estas palabras? ¿Están seguros de que lo que están haciendo en este momento es la voluntad de Dios?

Una de las mayores preocupaciones que enfrentamos en nuestra vida cristiana es precisamente entender la voluntad de Dios. Muchas veces oramos y le pedimos a Dios que nos revele cuál es Su voluntad. Especialmente en momentos de dificultad y lucha, es cuando más hacemos esta pregunta. Sin embargo, no siempre comprendemos cuál es la voluntad de Dios, ni por qué Él nos permite atravesar ciertas pruebas. A menudo, no sabemos cuál es la voluntad de Dios para nosotros. Personalmente, cuando no entiendo la voluntad de Dios, me aferró a las palabras de Romanos 12:2: “…para que discernáis cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.” Al meditar en este versículo, la verdad que el Señor me muestra es que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta. Incluso cuando no entiendo completamente lo que está sucediendo, me aferro a la certeza de que estoy bajo la soberana voluntad de un Dios que me ama y que tiene un plan perfecto para mi vida.

Lo que también creo con todo mi corazón es lo que dice Romanos 8:28: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien." Sin embargo, en la Biblia también encontramos versículos que nos muestran claramente cuál es la voluntad de Dios. Por ejemplo, en 1 Pedro 3:16-17, se nos dice que tener una buena conciencia y hacer el bien, aun sufriendo, es la voluntad de Dios. También en 1 Tesalonicenses 4:3, el apóstol Pablo le escribe a la iglesia de Tesalónica: "Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación..."

En el pasaje de hoy, 1 Tesalonicenses 5:18, Pablo habla nuevamente sobre cuál es la voluntad de Dios para nosotros: "Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús." Hoy quiero meditar sobre esta palabra bajo el título "La voluntad de Dios hacia nosotros", y reflexionar sobre cinco aspectos de la voluntad de Dios que debemos obedecer como iglesia:

Primero, La voluntad de Dios hacia nosotros es "siempre gozar".

Miren 1 Tesalonicenses 5:16: "Estad siempre gozosos."
¿Tienen ustedes gozo en sus corazones hoy? ¿O hay más preocupaciones, ansiedad, tristeza o frustración que gozo? Personalmente, cada vez que leo el versículo de "Gozaos", me viene a la mente otro versículo que me gusta mucho de Nehemías 8:10b: "…el gozo de Jehová es vuestra fuerza..." [(Versión Moderna de la Biblia) "El gozo que da el Señor será vuestra fuerza."] Para mí, este versículo refleja algo muy importante sobre el gozo, aunque confieso que no siempre es una realidad en mi vida diaria. Estoy aprendiendo a vivir de acuerdo con este versículo. Cuando pienso en este versículo, me pregunto: "¿Estoy viviendo una vida que se goza en el Señor?" Luego me cuestiono, "¿Es el gozo que viene del Señor realmente mi fortaleza?"

Entonces, ¿cómo podemos gozar en el Señor? Al meditar en el contexto de Nehemías 8:10, encontré tres puntos clave que quiero compartir:

(1) Para regocijarnos en el Señor, no debemos estar tristes ni llorar.

Veamos Nehemías 8:9: “Y el pueblo lloraba cuando oía las palabras de la ley. Entonces Nehemías, el gobernador, y el sacerdote Esdras, el escriba, y los levitas que hacían entender al pueblo dijeron: ‘Este día es santo para vuestro Señor; no lloréis ni lamentéis’.” El pueblo de Israel, al escuchar la ley de Moisés a través del escriba Esdras y comprenderla por medio de los levitas, se dio cuenta de sus pecados y no pudieron evitar derramar lágrimas de arrepentimiento. En otras palabras, lloraron porque a través de la ley tomaron conciencia de sus pecados (Esdras 10:1). Cuando el pueblo de Israel lloraba por la conciencia de su pecado, Nehemías, Esdras y los levitas les animaron a no estar tristes ni llorar, ya que ese día era un día santo para el Señor.

(2) Para regocijarnos en el Señor, no debemos preocuparnos.

Veamos Nehemías 8:10-11: “… este día es santo para nuestro Señor; no os entristezcáis… es un día santo, no os aflijáis ni os preocupéis.” ¿Por qué el pueblo de Israel, reunido en la plaza, estaba preocupado? La razón de su preocupación era que, por mucho tiempo, no sabían lo que agradaba a Dios ni lo que le desagrada, y por eso no habían servido correctamente al Señor (Packer). La preocupación no nos da fuerza, sino que nos hace más débiles. Cuando subimos al templo del Señor el día domingo y adoramos, nuestros pecados se descubren ante la presencia santa de Dios, lo que puede causarnos preocupación y debemos sentirla. Sin embargo, esta preocupación no puede ser nuestra fuerza. Debemos arrepentirnos de nuestros pecados y recibir el perdón de Dios confiando en la preciosa sangre de Jesucristo. Solo entonces, al ser perdonados y libres de nuestros pecados, podremos regocijarnos.

(3) Para regocijarnos en el Señor, debemos comprender la palabra de Dios.

Veamos Nehemías 8:12: “Y todo el pueblo se fue a comer y beber, y a repartir a los demás, y a hacer gran fiesta, porque habían entendido las palabras que se les habían expuesto.” El pueblo de Israel dejó de llorar, de sentirse tristes y preocupados, y se alegró grandemente cuando comprendieron las palabras que les fueron leídas.

En el pasaje de hoy, 1 Tesalonicenses 5:16, el apóstol Pablo exhorta a los cristianos de Tesalónica a “regocijarse siempre.” ¿Cómo pueden regocijarse siempre? Especialmente los cristianos de Tesalónica, que anteriormente adoraban ídolos y después de convertirse a Cristo tuvieron que enfrentar muchas tribulaciones (1:6), ¿cómo pudieron regocijarse en medio de esas tribulaciones? ¿Cómo podía Pablo, quien dijo “regocijaos siempre”, mantenerse siempre en gozo? ¿Cómo podemos nosotros regocijarnos siempre? He encontrado cuatro principios en 1 Tesalonicenses:

(1) Los tesalonicenses escucharon la buena nueva del evangelio.

Veamos 1 Tesalonicenses 1:5: “Porque nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre...” Esto fue porque Dios amó a los tesalonicenses que adoraban ídolos y los escogió (v. 4). Por eso, cuando Pablo les predicó el evangelio de Jesucristo (la buena nueva), no fue solo con palabras, sino con poder, con el Espíritu Santo y con plena certidumbre (v. 5). Para regocijarnos siempre, debemos seguir escuchando una y otra vez el evangelio de Jesucristo. No importa cuán difíciles, tristes o pesadas sean las circunstancias, si el evangelio de Jesucristo nos es transmitido con poder, el Espíritu Santo y plena certidumbre, podremos regocijarnos.

(2) Los miembros de la iglesia de Tesalónica recibieron la palabra de Dios con gozo del Espíritu Santo, a pesar de las tribulaciones.

Veamos 1 Tesalonicenses 1:6: “Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, habiendo recibido la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo…” Aquí se menciona que los miembros de la iglesia de Tesalónica atravesaron muchas tribulaciones, que fueron provocadas por las persecuciones de los judíos. Los judíos, al oponerse al mensaje que Pablo predicaba y al no considerarlo parte del judaísmo, incitaron a los ciudadanos de Tesalónica a perseguir a la iglesia. Además, se llegó a usar matones para acosar a los cristianos y denunciarles ante las autoridades romanas (Kim Se-yun). Sin embargo, a pesar de toda esa oposición, los tesalonicenses recibieron la palabra de Dios con gozo del Espíritu Santo. Es decir, en medio de las tribulaciones, recibieron la palabra de Dios con gozo por la obra del Espíritu Santo, y obedecieron esa palabra (Comentario de la Biblia KJV). Ellos recibieron la palabra de Dios no como palabra humana, sino como palabra de Dios (2:13). Y esa palabra obró eficazmente en ellos (v. 13). Por eso, pudieron regocijarse siempre, incluso en medio de las tribulaciones. Esto es obra del Espíritu Santo. Podemos saber que es obra del Espíritu Santo porque, sin Su intervención, no podríamos regocijarnos en medio de tantas tribulaciones y persecuciones. Además, sin la obra del Espíritu Santo, no solo nos sería difícil obedecer la palabra de Dios, sino que ni siquiera la escucharíamos. La obra del Espíritu Santo nos hace anhelar la palabra de Dios en medio del sufrimiento y nos ayuda a recibirla con humildad, y mediante esa palabra, el Espíritu Santo nos lleva a obedecer la voluntad de Dios. Como resultado, el Espíritu Santo nos moldea y santifica mediante Su palabra, y nos hace semejantes a Cristo (1:6).

(3) La razón por la que los miembros de la iglesia de Tesalónica podían regocijarse siempre, incluso en medio de muchas aflicciones, es porque esperaban con esperanza la venida del Hijo de Dios, Jesucristo, desde el cielo.

Miren lo que dice la Biblia en 1 Tesalonicenses 1:10: “Y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.” Al igual que los miembros de la iglesia de Tesalónica, si esperamos la venida de Jesús con esperanza, podremos regocijarnos siempre, incluso en medio de cualquier adversidad y sufrimiento (Prov 10:28; Rom 12:12).

(4) He encontrado el principio para poder regocijarnos siempre en el apóstol Pablo. La razón por la cual él podía regocijarse siempre, incluso en medio de grandes aflicciones, era porque los miembros de la iglesia de Tesalónica se habían convertido en su “gozo”.

Miren lo que dice la Biblia en 1 Tesalonicenses 2:19-20: “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de gloria? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo.” También en 1 Tesalonicenses 3:9: “Por lo cual, ¿qué recompensa podremos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos gozamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios?” Para Pablo, no solo los miembros de la iglesia de Tesalónica, sino también los de la iglesia de Filipos, fueron su gozo y su corona (Fil 4:1). Pablo podía regocijarse siempre, incluso en medio de persecuciones y aflicciones, porque tenía hermanos y hermanas que eran su gozo. Por esta razón, él pudo exhortar a los miembros de la iglesia de Tesalónica diciendo “regocijaos siempre” (1 Tes 5:16).

Queridos, hoy Dios nos dice a ustedes y a mí: “Regocijaos siempre.” No importa en qué situación nos encontremos, Dios desea que nos regocijemos. Para ello, debemos escuchar continuamente el evangelio de Jesucristo (la buena nueva). Debemos recibir la palabra de Dios con fe y con el gozo del Espíritu Santo. Debemos recibir la palabra con fe y vivir con la esperanza clara y firme de la segunda venida de Jesucristo. Además, debemos, como el apóstol Pablo, hacer de nuestros hermanos y hermanas en Cristo nuestro gozo. Al hacerlo, podremos regocijarnos siempre debido a nuestro Señor, quien es nuestra verdadera alegría.

En segundo lugar, la voluntad de Dios para nosotros es “orar sin cesar.”

Queridos, cuando el corazón está angustiado y afligido, ¿cómo oran ustedes a Dios? Hace algunas semanas, durante un servicio de oración en la madrugada, me fortalecí con el versículo de Salmo 10:17, “Jehová, tú oíste el deseo de los humildes…” En ese momento, el Espíritu Santo me movió a orar con fervor. En especial, el Espíritu Santo me permitió presentar mi oración sincera a Dios Padre esa mañana, lo que me dio la seguridad de que Dios escucharía y respondería mi oración, lo cual consoló mi corazón (Sal 10:17).

Queridos, nuestro Dios es el que escucha nuestras oraciones cuando estamos débiles (v. 2), cuando nos sentimos impotentes (vv. 9, 12), cuando estamos solos (v. 14) y cuando estamos sufriendo, y Él es un Dios de salvación que nos rescata de nuestras dificultades (v. 18). ¿No presentarán ustedes también sus súplicas a este Dios? Cuando oremos, debemos hacerlo con estas tres certezas.

(1) Debemos orar con la certeza de la salvación (liberación).

Miren lo que dice la Biblia en Salmo 55:16: “Yo clamaré a Dios, y Jehová me salvará.” Si miramos nuestra situación, no podemos tener certeza de salvación. En cambio, solo podemos luchar contra la preocupación, el miedo y la ansiedad. Para tener la certeza de salvación, no debemos mirar nuestra situación, sino creer que, incluso en ella, tenemos un Dios que es capaz de rescatarnos. Debemos creer que nuestra situación, que está más allá de nuestra capacidad, pertenece a Dios, y que Él puede hacer que todas las cosas obren para bien (Rom 8:28). Esto es porque nuestro Dios es un Dios bueno. Debemos creer que Dios, el bueno, manifestará Su poder salvador incluso en nuestra situación. Debemos orar con esta fe. Es decir, debemos orar con la certeza de nuestra salvación. Y debemos orar en el nombre de Jesús (que significa "Dios es nuestra salvación").

(2) Debemos orar con la certeza de que nuestras oraciones serán respondidas.

Miren lo que dice la Biblia en Salmo 55:17: “Tarde y mañana y a mediodía oraré, y clamaré; y él oirá mi voz.” Una de las cosas que más nos cuesta soportar es el silencio de Dios. Cuando oramos y sentimos que Dios no responde, nos sentimos muy angustiados. No podemos entender por qué Dios no responde a nuestras oraciones, y muchas veces llegamos a los límites de nuestra paciencia y caemos en la desesperanza. Aunque sabemos que Jesús dijo en Lucas 18:1 que “debemos orar siempre y no desmayar”, a veces nos rendimos. Dejamos de orar, aunque el problema sigue allí. Esto sucede porque ya no tenemos la certeza de que Dios responderá. Sin embargo, la Biblia nos llama a orar con la certeza de que nuestras oraciones serán respondidas. Por ejemplo, en Juan 16:24, Jesús dice: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo.” Jesús nos asegura que cuando pedimos en Su nombre, recibiremos lo que pedimos. Debemos aferrarnos a esta promesa y orar con fe.

(3) Debemos orar con la certeza de que Dios nos sostendrá.

Hoy, miremos lo que dice Salmo 55:22: “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo.” Debemos poner toda nuestra preocupación sobre el Señor (1 Ped 5:7), porque Él cuida de nosotros (v. 7). Debemos entregar nuestras cargas a Dios, porque Él nos sostiene (Sal 55:22). Recuerdo el versículo de Isaías 41:10: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios; te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, te sustentaré con la diestra de mi justicia.”

Nuestro Dios es el Dios Emanuel, que está con nosotros, que nos fortalece y también nos ayuda. Y nuestro Dios es el que nos sostiene con su mano derecha justa. Debemos orar a Dios con la certeza de que Él nos sostendrá. Al hacer esto, Dios nos permitirá permanecer firmes.

Hoy, en 1 Tesalonicenses 5:17, el apóstol Pablo, al escribirles a los santos de la iglesia de Tesalónica, les exhorta a "orar sin cesar". ¿Qué significa esto? ¿Cómo podemos orar sin cesar? Aquí, el mandato "orar sin cesar" no significa orar repetitivamente, ni tampoco significa orar continuamente sin descanso, sino orar con perseverancia y regularidad (MacArthur). Queridos hermanos, cuando acudimos a Dios con nuestras peticiones, no debemos rendirnos, sino orar con perseverancia. Sin embargo, esto es difícil porque Satanás constantemente se acerca a nosotros para engañarnos. Especialmente cuando creemos que las dificultades que enfrentamos son continuas y que nuestras oraciones no reciben respuesta, Satanás nos engaña persistentemente. ¿Cómo nos engaña Satanás? Satanás constantemente se acerca y nos ofrece un "atajo engañoso" para resolver nuestros problemas. En ese momento, debemos elegir entre dos opciones: (1) continuar confiando en Dios, orando con fe y esperando que, en Su tiempo, Dios nos responda, o (2) elegir el atajo que Satanás nos propone, buscando una solución rápida (aunque las consecuencias de esta elección podrían causarnos un dolor inmenso, no solo a nosotros, sino también a nuestros descendientes, algo que no podemos imaginar).

¿De qué lado estás tú cuando tus oraciones parecen ser demoradas? Si retrocedemos y repasamos la carta de 1 Tesalonicenses que Pablo escribió a la iglesia de Tesalónica, comenzamos a comprender por qué Pablo les exhortó a "orar sin cesar". En particular, en 1 Tesalonicenses 1:2, podemos ver que Pablo, al orar y dar gracias a Dios por los creyentes de Tesalónica, los recordaba constantemente. Al meditar sobre este pasaje, me hice esta pregunta: “¿Cómo podemos orar por nuestros seres queridos, siempre dando gracias a Dios?” Al reflexionar, escribí lo siguiente: "El apóstol Pablo, con el corazón de Cristo Jesús (Filipenses 1:8), siempre daba gracias a Dios por los hermanos de la iglesia de Filipos (1 Tesalonicenses 1:2). De la misma manera, cuando oramos con el corazón de Jesús por aquellos a quienes amamos, debemos ver más allá de sus debilidades y, en lugar de enfocarnos en sus fallas con nuestros ojos humanos, debemos, por amor, cubrir sus errores (Proverbios 17:9). Debemos mirar a esa persona con ojos de fe, reconociendo las obras que Dios está haciendo en su vida (1 Tesalonicenses 1:3).”

Al meditar sobre esto, relacionando esta reflexión con 1 Tesalonicenses 5:17, "orar sin cesar", creo que la razón por la que Pablo exhortó a la iglesia de Tesalónica a orar de esta manera era porque, ya habiendo aprendido de Dios a amarse unos a otros (4:9), él quería que los hermanos oraran con gratitud, tal como él lo hacía por ellos (1:2). Pablo deseaba que los santos de Tesalónica oraran siempre con gratitud y por los demás, porque así como él oraba por ellos, también quería que ellos oraran entre sí con agradecimiento. La lección para nosotros es que debemos orar por nuestros hermanos y hermanas en Cristo con gratitud, recordando siempre las obras de fe, el trabajo de amor y la paciencia de esperanza en nuestro Señor Jesucristo (1 Tesalonicenses 1:3, La Biblia de los Jóvenes).

Queridos hermanos, en la Biblia hay un personaje que clama a Dios sin cesar. Ese personaje es Samuel. Veamos 1 Samuel 7:8 en las Escrituras: “Los hijos de Israel dijeron a Samuel: ‘No dejes de clamar al Señor nuestro Dios por nosotros, para que nos salve de manos de los filisteos’.” Según la petición del pueblo de Israel, Samuel les dijo que no cometería el pecado de dejar de orar por ellos ante Dios (1 Samuel 12:23). No solo Samuel, sino también el apóstol Pablo en el Nuevo Testamento, cuando estuvo en Éfeso durante tres años, dice en Hechos 20:31 que “sin cesar” estuvo exhortando a cada uno con lágrimas día y noche. Él oraba “sin cesar” no solo por los creyentes de la iglesia de Éfeso, sino también por los de Roma (Romanos 1:9), y además, oraba “sin cesar” por su hijo espiritual Timoteo, recordándolo en sus oraciones día y noche (2 Timoteo 1:3). Pablo no solo oraba constantemente con gratitud a Dios por los creyentes en Tesalónica (1 Tesalonicenses 1:2), sino que también oraba fervorosamente para que pudieran ser fortalecidos en su fe y no les faltara nada (1 Tesalonicenses 3:10, Biblia del Pueblo de Dios). La razón por la que Pablo oró de esta manera por ellos fue para que no se dejaran sacudir por las pruebas y tribulaciones que estaban atravesando (v.3). Pablo no quería que su esfuerzo fuera en vano debido a las pruebas que pudieran hacer tambalear su fe (v.5). Queridos hermanos, debemos orar sin cesar por la fe de los demás. En especial, debemos mantenernos alertas y orar a Dios (1 Tesalonicenses 5:6). No debemos dormir espiritualmente, sino estar despiertos y orar a Dios (Park Yun-seon). Veamos 1 Pedro 4:7: “El fin de todas las cosas está cerca; por tanto, sed sobrios y orad.” Veamos también Mateo 26:41: “Velad y orad, para que no entréis en tentación…” [(Biblia del Pueblo de Dios) “Mantente alerta y ora para no caer en tentación…”]. Si no lo hacemos, caeremos en tentación y, como Pedro, podemos negar al Señor. Debemos orar a Dios sin cesar, como enseñó el Señor: “No nos dejes caer en tentación” (Lucas 11:4, Biblia del Pueblo de Dios).

Hermanos, debemos orar sin cesar a Dios. Debemos orar a Dios con perseverancia y sin rendirnos. Además, debemos orar a Dios regularmente. En especial, debemos orar sin cesar, siempre recordando a nuestros hermanos y hermanas amados en el Señor. La razón por la que debemos hacer esto es para que podamos estar firmemente plantados sobre la roca de la fe, confiando completamente en Dios. Debemos hacer esto para no caer en la tentación de Satanás. Nuestra iglesia debe estar vigilante, orando con perseverancia y regularidad, para que, cuando el Señor Jesucristo, el Esposo, regrese a esta tierra, estemos preparados como una iglesia gloriosa para participar en la boda del Cordero.

En tercer lugar, la voluntad de Dios para nosotros es “dar gracias en todo.”

Veamos 1 Tesalonicenses 5:18: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús.” Cuando oramos a Dios, ¿saldrá de nuestros labios una oración de acción de gracias? Si es así, ¿por qué estamos agradecidos a Dios? ¿Por nuestra familia? ¿Por nuestros hermanos y hermanas en la iglesia? El apóstol Pablo, al recordar a los creyentes en la iglesia de Tesalónica, agradecía a Dios cada vez que oraba por ellos (1:2). La razón de su gratitud era precisamente por la obra de fe, el trabajo de amor y la paciencia de esperanza que demostraban (v.3):

(1) La “obra de fe” de los creyentes de Tesalónica es tres cosas:

  • (a) El evangelio de Jesucristo no solo fue hablado, sino que vino con poder, con el Espíritu Santo y con plena certeza (v.5). Como resultado, abandonaron los ídolos y regresaron a servir al Dios vivo y verdadero (v.9).

  • (b) Recibieron la palabra de Dios con gozo en el Espíritu Santo, a pesar de las muchas tribulaciones (v.6).

  • (c) Su fe en Dios se difundió en todas partes (v.8).

(2) El “trabajo de amor” de los creyentes de Tesalónica es tres cosas:

  • (a) Consolarse mutuamente (4:18).

  • (b) Edificarse mutuamente (5:11).

  • (c) Vivir en paz unos con otros (v.13).

(3) La “paciencia de esperanza” de los creyentes de Tesalónica es dos cosas:

  • (a) Esperar la venida de Jesús (1:10).

  • (b) Vivir una vida santa (3:13).

En el versículo 18 de hoy, el apóstol Pablo sigue exhortando a los creyentes en Tesalónica a “dar gracias en todo.” Aquí, el término “en todo” significa dar gracias en todas las cosas, en todas las situaciones y en todos los ambientes (WBC). ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo podemos dar gracias a Dios en todas las situaciones o circunstancias? Incluso en las situaciones que parecen malas, ¿cómo podemos ofrecer oraciones de agradecimiento a Dios? Yo creo que el buen ejemplo de esto es el profeta Jonás. La situación en la que Jonás se encontraba no era en absoluto una situación en la que podría haber dado gracias a Dios. Él estuvo tres días y tres noches en el vientre de un gran pez (Jonás 1:17). Estaba sufriendo (2:2). Fue arrojado a lo profundo del mar (3:3). Fue expulsado de la presencia de Dios (4:4). Su vida se desvanecía lentamente (7:7). Estaba atrapado en la tierra de la muerte (6:6). Sin embargo, en esa situación, Jonás oró y dio gracias a Dios (1:9). ¿Cómo fue esto posible? Porque recordó la gracia salvadora de Dios en su vida. ¿Qué gracia salvadora recordó Jonás? Fue cuando fue arrojado al mar (1:15) y Dios preparó un gran pez para tragarlo, de modo que Jonás permaneciera en su vientre durante tres días y noches (2:1). Esa fue la salvación de Dios que Jonás experimentó. No era la salvación que Jonás había esperado mientras oraba; probablemente pensaba que Dios ordenaría al pez que lo vomitara en la orilla (2:10). Sin embargo, la salvación soberana de Dios fue que el pez lo tragara (1:17). A pesar de esto, Jonás dio gracias a Dios (2:1, 9).

Cuando nuestras oraciones no se cumplen según nuestras expectativas, no podemos evitar no dar gracias a Dios. La realización de la respuesta a nuestras oraciones no tiene que ser exactamente como pedimos o como esperábamos. Nuestra respuesta de oración está bajo la soberanía de Dios. Por lo tanto, debemos creer que la voluntad soberana de Dios se ha cumplido y orar a Dios con agradecimiento. Debemos orar con gratitud a Dios recordando la salvación que Él nos ha otorgado en el pasado. Debemos orar con gratitud creyendo que “la salvación es de Jehová” (v.9). Debemos orar con gratitud creyendo que el mismo Dios que nos dio salvación en el pasado, también nos dará salvación en el presente. Debemos orar con gratitud creyendo que el Dios de la salvación, que es el mismo ayer, hoy y por siempre (Hebreos 13:8), nos salvará. Debemos orar con gratitud a Dios con la certeza de nuestra salvación y esperanza de salvación. Cuando Jonás oró con gratitud a Dios, Dios ordenó al pez que lo vomitara en tierra firme (Jonás 2:10). Jonás recibió la respuesta de Dios. Jonás recibió salvación de Dios. La situación de Jonás finalmente cambió: de estar en el vientre del pez a estar en tierra firme. Cuando oramos con fe al Dios de la salvación, recibiremos la respuesta a nuestras oraciones. Experimentaremos la salvación de Dios. Dios cambiará no solo nuestros corazones, sino también nuestras circunstancias. La salvación pertenece a Dios (v.9).

Cuando miramos al Dios de la salvación con fe, podemos orar con gratitud por nuestros hermanos y hermanas amados. La razón es que, en lugar de ver con los ojos de la carne los defectos de esa persona, debemos cubrir esos defectos con amor (Proverbios 17:9) y ver con los ojos de la fe las obras que Dios está haciendo en la vida de esa persona (1 Tesalonicenses 1:3). Veamos lo que dice Filipenses 4:6: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” [(Biblia del pueblo moderno): “No se preocupen por nada, sino que en toda situación, con oración y súplica, presenten a Dios lo que necesitan, con un corazón agradecido”]. Según esta palabra, incluso en circunstancias que podrían causar preocupación, debemos buscar razones para agradecer a Dios con fe, sin preocuparnos. Y debemos orar con gratitud a Dios. Juan Calvino, en su libro Institución de la Religión Cristiana, habló sobre la oración de acción de gracias de esta manera: “La acción de gracias en la oración es reconocer la gracia de Dios hacia nosotros, confesarla en alabanza y atribuirle todo lo bueno a Su bondad”.

Cuando pensamos en la gracia de salvación que nos ha sido dada a través de la muerte y resurrección de Jesucristo, debemos dar gracias a Dios durante toda nuestra vida. No importa la situación en la que nos encontremos, siempre tenemos razones para dar gracias a Dios, dar gracias en todo y dar gracias por siempre. Esa razón es Jesucristo. Esa razón es la salvación. Esa razón es la vida eterna. Por lo tanto, hoy debemos tomar la decisión de dar gracias. Debemos comprometernos nuevamente a vivir una vida de gratitud, dando gracias en todo, mirando solo a Jesús con fe.

Cuarto, la voluntad de Dios para nosotros es “no apagar el Espíritu, ni despreciar las profecías.”

Hoy, veamos el pasaje de 1 Tesalonicenses 5:19-20: “No apaguéis el Espíritu; no menospreciéis las profecías.” Hermanos, ¿alguna vez han echado agua sobre un fuego ardiente? ¿Por qué echamos agua sobre un fuego que está ardiendo? La razón es para apagar el fuego. Si no quisiéramos apagar el fuego, sino hacer que arda con más fuerza, verteríamos gasolina sobre él. Un buen ejemplo de esto es cuando vamos de campamento y, por la noche, encendemos una fogata. Reunimos leña, le rociamos gasolina y luego le prendemos fuego. ¿No es impresionante cómo la leña arde con fuerza cuando le ponemos gasolina? Pero, ¿qué hacemos antes de dormir, después de disfrutar de la fogata? Echamos agua sobre ella para apagarla. Echamos agua de manera abundante, no solo para evitar que el fuego siga, sino también para asegurarnos de que no quede ni una chispa.

En el pasaje de hoy, 1 Tesalonicenses 5:19, el apóstol Pablo les aconseja a los creyentes de Tesalónica: “No apaguéis el Espíritu”. ¿Qué significa esto? Apagar el Espíritu es como apagar un fuego ardiente. ¿Han oído el himno "Oh Espíritu de fuego, ven"? En la primera estrofa y el coro dice: (1ª estrofa) “Oh Espíritu, ven, con fuego y poder; manifiesta tu gloria a todos nosotros”, (Coro) “Espíritu Santo, ven y llena mi alma con tu fuego, ven y haz mi vida arder.” En este himno, se habla del "fuego del Espíritu" y se pide que el Espíritu llene con “fuego y fuego” nuestros corazones. ¿Por qué se utiliza esta expresión? En la Biblia, el Espíritu Santo es representado con varios símbolos, y uno de esos símbolos es el “fuego” (también agua, viento, aceite, paloma). En los versículos de la Biblia que mencionan al Espíritu Santo como fuego, en Mateo 3:11 y Hechos 2:3, se nos dice: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que viene tras de mí, cuyo calzado no soy digno de llevar, él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11), y en Hechos 2:3, “Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.” En estos versículos, Mateo 3:11 se refiere al “bautismo con el Espíritu Santo”, y Hechos 2:3 al “ser lleno del Espíritu Santo”. El fuego en estos pasajes simboliza que, en el bautismo del Espíritu Santo, el fuego quema nuestros pecados, mientras que en el ser lleno del Espíritu, el fuego está relacionado con los dones del Espíritu.

Si relacionamos estos pasajes con 1 Tesalonicenses 5:19, “No apaguéis el Espíritu”, podemos decir que lo que Pablo les aconseja es no impedir la obra del Espíritu, no menospreciar los dones del Espíritu. Es decir, no debemos reprimir ni ignorar lo que el Espíritu Santo está haciendo en nosotros y a través de nosotros. (Comentario de la Biblia del Creyente). En este contexto, podemos asociar este consejo con Mateo 3:11, recordándonos que no debemos seguir pecando, como se menciona en 1 Tesalonicenses 4:7, donde Pablo les recuerda a los creyentes no vivir de manera impura, sino conforme a la voluntad de Dios, viviendo de manera santa. En otras palabras, no debemos vivir en pecado, y debemos vivir de acuerdo a la santidad de Dios.

Por lo tanto, no debemos apagar la obra del Espíritu Santo. No debemos cometer el pecado de extinguir la obra santificadora del Espíritu Santo en nuestras vidas. Debemos vivir conforme a la voluntad de Dios, buscando la santidad. También debemos respetar los dones del Espíritu Santo que nos han sido dados por gracia y no reprimir esos dones. No debemos impedir lo que el Espíritu está haciendo, sino más bien debemos usar los dones del Espíritu bajo su guía para edificar la iglesia del Señor con sabiduría y moderación.

Ahora bien, ¿qué significa la exhortación de Pablo en 1 Tesalonicenses 5:20, “No menospreciéis las profecías”? Primero, sabemos que Pablo estaba al tanto de que había en la iglesia de Tesalónica algunos que tenían falsas expectativas escatológicas. Algunos de estos estaban viviendo de manera desordenada, sin trabajar, y se dedicaban a entrometerse en los asuntos de los demás, causando problemas (4:11). ¿Por qué tenían estas falsas expectativas escatológicas? En 1 Tesalonicenses 1:10 leemos que los creyentes en Tesalónica estaban esperando la segunda venida de Cristo. Estaban viviendo en esperanza y perseverando, incluso en medio de la tribulación (3:3, “la paciencia de la esperanza”). Sin embargo, ¿cómo podían tener expectativas escatológicas equivocadas? La razón es que aceptaron profecías falsas. ¿Quiénes fueron los que predicaron estas falsas profecías? Probablemente los falsos profetas o maestros que se hacían pasar por siervos de Dios.

Lo que aún recuerdo es que, en los primeros años de la década de 1990, aquí en Los Ángeles, Estados Unidos, hubo un grupo llamado Maranatha que firmemente creía que el 28 de octubre de 1992 sería el día del arrebatamiento, a la medianoche, exactamente a las 12 de la noche, lo que provocó un gran alboroto (en internet). En ese momento, no entendía cómo algunas personas podían creer en esa falsa profecía tan absurda, ya que la Biblia dice que solo el Señor sabe el día de Su regreso. Me sorprendía cómo la gente podía ser engañada por esa mentira y hablar tan emocionadamente sobre el arrebatamiento. Tanto en ese momento como ahora, mi pensamiento sigue siendo el mismo: los cristianos debemos estar firmemente basados en la Palabra de Dios sobre las profecías y no dejarnos mover por falsas enseñanzas, sino tener mucho cuidado y estar alerta ante las falsas profecías. Sin embargo, hay un peligro, y como el apóstol Pablo menciona en el pasaje de hoy, podemos llegar a menospreciar las profecías. Por eso, Pablo aconsejó a los creyentes de Tesalónica que, aunque hubiera personas con falsas esperanzas escatológicas en la iglesia, no debían despreciar las profecías. Su mensaje era que los creyentes no deben tomar las profecías a la ligera, sino recibirlas con seriedad (MacArthur). Especialmente, Pablo les animó a no despreciar las profecías sabiendo que las palabras que habían recibido de él no eran palabras humanas, sino la Palabra de Dios (1 Tesalonicenses 2:13). Por tanto, debemos despreciar las falsas profecías, pero las verdaderas, dadas por profetas de Dios, deben ser recibidas como la Palabra de Dios y con seriedad.

Me viene a la mente el versículo de Apocalipsis 1:3: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.” Aquí, el "tiempo" se refiere al cumplimiento de las profecías que se van a realizar en el futuro (Comentario de la Biblia del Creyente). Esa profecía es lo que el Señor le dio al apóstol Juan, diciéndole que “cosas que deben suceder pronto” (Apocalipsis 1:1). Y el enfoque de esas cosas que deben suceder pronto es, sin duda, el regreso de “Jesucristo”, que es “el que es, el que era, y el que ha de venir” (Apocalipsis 1:4, 8). Este Jesucristo es quien “nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre” (Apocalipsis 1:5). Además, Jesucristo nos ha hecho “reyes y sacerdotes para Dios su Padre” (Apocalipsis 1:6). La Biblia también dice que Jesucristo “vendrá con las nubes” (Apocalipsis 1:7). Veamos 1 Tesalonicenses 4:16-17: “Porque el Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo...” (Versión Moderna). En ese momento, todos verán a Jesús, incluso aquellos que lo traspasaron (Apocalipsis 1:7). Y todas las naciones de la tierra lamentarán por Él (Versión Moderna) (Apocalipsis 1:7). La razón de esto no es que llorarán por arrepentimiento, sino que habrá un sentimiento de culpa y temor al juicio (MacArthur). Sin embargo, para aquellos de nosotros que creemos en Jesús, no habrá culpa ni temor al juicio. La razón es que, siendo amados por Dios, hemos sido liberados de nuestros pecados por la sangre de Jesucristo en la cruz (Apocalipsis 1:5). En cambio, la iglesia, que es la esposa de Cristo, lo recibirá con gran alegría cuando Él venga en las nubes (Juan 3:29). Por lo tanto, como iglesia que le pertenece a Jesús, debemos creer que Su regreso está cerca. Cuando Jesús le dijo al apóstol Juan: “He aquí, vengo pronto”, Juan respondió: “Amén, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20). Al igual que el apóstol Juan, debemos escuchar la voz de Jesús que dice: “He aquí, vengo pronto”, y con fe, debemos decir: “Amén, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20).

Además, debemos leer, escuchar y guardar las palabras de las profecías sobre el regreso de Jesús, creyendo firmemente que el tiempo de Su regreso está cerca (Apocalipsis 1:3). Debemos leer y escuchar estas profecías, y grabarlas en nuestros corazones para preparar el regreso del Novio, Jesucristo. Para prepararnos, debemos obedecer Sus mandamientos y estar listos para Su regreso.

Quinto y último, la voluntad de Dios para nosotros es "examinadlo todo, retened lo bueno y absteneos de toda forma de mal".

Miren el pasaje de hoy, 1 Tesalonicenses 5:21-22: "Examinadlo todo, retened lo bueno, absteneos de toda forma de mal." Hermanos, debemos preocuparnos por nuestra salud. Nuestro cuerpo es un regalo que el Señor nos ha dado. Como mayordomos del Señor, debemos ser fieles en cuidar nuestra salud. Para hacerlo, primero debemos discernir qué es beneficioso (ventajoso) para nuestro cuerpo y qué es perjudicial (perdida). Después, debemos desechar lo que daña nuestro cuerpo y aceptar lo que le beneficia. Además, debemos prestar gran atención a nuestra salud espiritual. Y debemos ser fieles en cuidar nuestra salud espiritual. Para hacer esto, primero debemos discernir qué es beneficioso para nuestra salud espiritual y qué la daña, y luego debemos aceptar lo que es beneficioso y desechar lo que nos hace daño, considerándolo como excremento (basura, estiércol) y abandonarlo (Filipenses 3:7-8). Todo esto debemos hacerlo "por Cristo" (v. 7).

En el pasaje de hoy, 1 Tesalonicenses 5:21-22, el apóstol Pablo aconseja a los santos de la iglesia de Tesalónica: "Examinadlo todo, retened lo bueno, absteneos de toda forma de mal." Siguiendo este consejo, los miembros de la iglesia de Tesalónica vivieron de acuerdo con la palabra de Pablo, tomando lo bueno y rechazando lo malo, incluso en medio de la aflicción. En medio de la persecución, ellos recibieron lo bueno que Dios les dio y rechazaron las tentaciones de los seductores. ¿Qué cosas buenas tomaron y qué cosas malas desecharon los miembros de la iglesia de Tesalónica? He pensado en tres aspectos:

(1) Los miembros de la iglesia de Tesalónica tomaron la fe y desecharon la incredulidad.

Los miembros de la iglesia de Tesalónica ya no perseguían la lujuria como los paganos que no conocían a Dios (1:9), sino que, aunque rodeados de tentaciones, abandonaron la inmoralidad y vivieron de acuerdo con la voluntad de Dios, llevando una vida santa (3:3). En otras palabras, los miembros de la iglesia de Tesalónica abandonaron todas las tentaciones y permanecieron firmes en la fe (3:8), no vacilando (3:3). Hermanos, Satanás nos engaña para que dudemos de Dios. ¿Cuál es su propósito? El propósito es que nos sintamos insatisfechos y, a través de la queja y el resentimiento, finalmente pequemos contra Dios. ¿Por qué estamos insatisfechos? La raíz de la insatisfacción es el deseo. Satanás quiere que no estemos contentos con solo Jesús, y por eso siembra la semilla del deseo en nuestros corazones, lo que finalmente nos lleva a la insatisfacción, quejas y resentimientos, y nos hace pecar contra Dios. Este pecado es la incredulidad, que nos lleva a la apostasía. Debemos estar alerta a las obras de Satanás. Para esto, debemos escuchar diligentemente las palabras de Jesús (Romanos 10:17) y obedecerlas para que nuestra fe viva crezca. Es decir, debemos tomar la fe y desechar la incredulidad. Y para desechar la incredulidad, debemos tomar diligentemente la fe. Que podamos vencer la incredulidad con la fe, como lo hicieron los miembros de la iglesia de Tesalónica.

(2) Los miembros de la iglesia de Tesalónica tomaron el amor y desecharon el odio.

Los miembros de la iglesia de Tesalónica honraron con amor a Pablo y a sus colaboradores, aquellos que los dirigían y exhortaban en el Señor (5:12-13). Además, ellos amaban a sus hermanos en Cristo, recibiendo la enseñanza de Dios (4:9). Más aún, amaban a todos los hermanos de Macedonia (v. 10). Los miembros de la iglesia de Tesalónica nunca hicieron daño a sus hermanos ni se excedieron en su trato con ellos (v. 6). En cambio, obedecieron la enseñanza de Dios sobre el amor fraternal, y amaban a sus hermanos en Cristo hasta el punto de que no tenían más que decir sobre este asunto (v. 9). Dios es amor (1 Juan 4:8). Pero Satanás es el padre de la mentira. Satanás quiere infiltrarse en nuestros corazones con el veneno del odio, que es una forma de amor falso, y quiere que nos odiemos unos a otros. Además, Satanás nos hace creer la mentira de que Dios nos odia (Deuteronomio 1:27). De esta manera, Satanás nos hace olvidar el amor de Dios. Como resultado, no solo dejamos de amarnos unos a otros, sino que nos convertimos en personas frías e incapaces de amar. Debemos estar alerta a las obras de Satanás. Más bien, debemos pelear contra sus tentaciones y vencerlas. Para ello, debemos profundizar más en el amor elegido por Dios. Debemos meditar profundamente en el amor salvador que Dios nos mostró, amándonos antes de la fundación del mundo, escogiendo a muchos pecadores como nosotros para darles el don de la fe preciosa y recibir a Jesús como nuestro Salvador. Cuando hagamos esto, podremos vencer el odio de Satanás con el amor divino de Dios.

(3) Los santos de la iglesia de Tesalónica tomaron esperanza y rechazaron la desesperación.

Aunque, en medio de la aflicción, podrían haber llorado en desesperación como aquellos que no tienen esperanza debido a la muerte de un hermano (4:13), los santos de la iglesia de Tesalónica, por el contrario, creyeron en la resurrección de Jesús (v. 14) y esperaron con paciencia el regreso de Jesús (1:10), sabiendo que, en Su venida, los que duermen en Jesús también serán traídos por Dios (4:14). Ellos soportaron todas las aflicciones con la esperanza de que, en la segunda venida de Jesús, los que estén vivos serán levantados con los que duermen en las nubes para encontrar al Señor, y así estarán siempre con Él (v. 17, 5:10). Además, esperaron con esperanza que Dios los santificaría completamente y los preservaría irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo (5:23).

Nosotros también debemos tener esa misma esperanza y soportar todas las aflicciones con paciencia. Nunca debemos pecar contra Dios en medio de la desesperación y la desesperanza. Satanás trata de hacernos desesperar en la aflicción, pero nuestro Dios, en medio de la aflicción, nos hace abrazar aún más la esperanza en la segunda venida de Jesús. No debemos olvidar: “Considero que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que ha de ser revelada en nosotros” (Romanos 8:18).

Queridos hermanos, lo más importante que debemos entender no es solo conocer la voluntad de Dios para nosotros, sino creer que la voluntad de Dios hacia nosotros es “buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). Aunque no sepamos con certeza cuál es la voluntad de Dios para nuestras vidas, solo el hecho de saber que estamos dentro de Su voluntad soberana, que es buena, agradable y perfecta, nos da consuelo. Personalmente, me gusta el segundo verso de la canción cristiana "Esta fe más firme", que dice: “Aunque sea difícil entender lo que el Señor ha dispuesto, creo que estoy en Su voluntad. Sus palabras de amor me renuevan, y aunque a veces caiga, creo en la victoria final” (Internet).

Hermanos, la voluntad de Dios para nosotros es siempre regocijarnos, orar sin cesar y dar gracias en todo. Además, debemos seguir la palabra de Dios y no apagar al Espíritu, no despreciar las profecías, sino examinar todo y retener lo bueno, y rechazar toda forma de maldad. Así, espero que todos podamos vivir conforme a la voluntad de Dios para nosotros y darle gloria a Él.