Oración Urgente

 

 

 

 

"Oh Dios, apresúrate a librarme; Señor, date prisa en socorrerme... Pero yo estoy afligido y necesitado; Dios mío, ven pronto a mí. Tú eres mi ayuda y mi libertador; Señor, no tardes" (Salmo 70:1,5).

 

 

Este jueves pasado, me enteré a través de las noticias de televisión del fallecimiento del famoso cantante estadounidense Michael Jackson. Al escuchar que murió a una edad no muy avanzada, en sus cincuenta, me pregunté cómo pudo morir tan repentinamente. Al ver las noticias, informaron que aparentemente falleció por un “paro cardíaco”. Leí en un artículo en Internet que este paro cardíaco, una enfermedad misteriosa y silenciosa, mata entre doscientas mil y trescientas mil personas al año solo en Estados Unidos. Según un cardiólogo entrevistado en las noticias, si una persona sufre un paro cardíaco, tiene que recibir una descarga eléctrica en el corazón dentro de los diez minutos siguientes, o de lo contrario, morirá. Sin embargo, desde que se detectan los síntomas hasta que se llama al 911 y llega la ambulancia, normalmente pasa más de diez minutos. Por eso, las posibilidades de sobrevivir a esta enfermedad son bastante bajas. Es, sin duda, una enfermedad aterradora.

Al escuchar esta noticia, pensé en el padre de un amigo mío. Según me contó este amigo, su padre sufrió un paro cardíaco y murió en los brazos de su esposa mientras sufría, porque la ambulancia llegó demasiado tarde. Al oír esta historia de manera indirecta, a través de mi amigo, me puse a reflexionar: si yo estuviera en una situación tan urgente, ¿cuán desesperado y ansioso estaría? Y me pregunté: ¿tengo yo alguna petición de oración que le haga a Dios con esa misma urgencia?

En los versículos 1 y 5 del Salmo 70 que leímos hoy, aparece la palabra “apresúrate” tres veces. El hecho de que el salmista David repita esta palabra tres veces en oración muestra cuán desesperadamente le estaba suplicando a Dios. David elevó una oración urgente, una súplica que no podía esperar más. ¿Cuál era el motivo de esa oración urgente? David pedía: “Apresúrate a venir a mí”, “apresúrate a ayudarme” y “apresúrate a librarme”. ¿Por qué David oraba así con urgencia? Porque había personas que buscaban su vida (versículo 2), y se alegraban de su sufrimiento (versículo 2). David sufría a causa de ellos y se encontraba en gran necesidad (versículo 5). Por eso elevó a Dios una oración urgente. Aun en su desesperación, oró con fe, reconociendo que Dios era su ayuda y su libertador (versículo 5). Con esta fe, David anhelaba el socorro y la salvación de Dios, y concluyó su oración diciendo: “Señor, no tardes” (versículo 5).

Nosotros, al igual que David, debemos elevar a Dios oraciones urgentes, anhelando su ayuda y su salvación en medio de situaciones apremiantes. Debemos sentir con mayor profundidad la necesidad de orar con urgencia. Orar con tranquilidad y despreocupación en medio de una situación crítica es cometer el pecado de negligencia ante Dios (Jeremías 48:10). Al darnos cuenta de que no nos queda mucho tiempo para amar, quiero orar fervientemente: “Señor, permítenos amarnos los unos a los otros”. Quiero orar con urgencia al comprender la importancia y urgencia de la salvación de las almas. Ruego que Dios nos use cada día para brindar consuelo y ayuda a los hermanos y hermanas que se encuentran en situaciones de emergencia.

 

 

 

Con el deseo de suplicar sintiendo la necesidad de una oración urgente al Dios que ayuda con prontitud,

 

 

Pastor James Kim, Reflexión compartida
(al ver en mí mismo una actitud demasiado pasiva y perezosa en la oración)