¿Por qué debemos alabar a Dios?
[Salmo 47]
Se dice que el cántico tiene tres tipos de poder (fuente: Internet): En primer lugar, la alabanza es "el poder que sube hacia arriba". Al alabar a Dios, el cántico nos lleva cerca del Señor. La alabanza, en su rol de conducirnos hacia Él, tiene el poder de ascender hacia lo alto. Como tal, podemos considerar la alabanza como "el guía del camino de la fe". En segundo lugar, la alabanza es "el poder que penetra en mi corazón". El cántico que nos da consuelo, paz, arrepentimiento, alegría, resolución y valentía es un poder que penetra profundamente en nuestro corazón. La alabanza que entra en nuestro ser y nos da alegría y valentía se convierte en un guía hacia la esperanza. Finalmente, en tercer lugar, la alabanza es "el poder que se extiende hacia afuera". La alabanza que despierta la fe y la esperanza cumple una función importante: es el "guía del camino del amor", extendiéndose hacia afuera. La alabanza consuela el corazón triste, da ánimo cuando estamos deprimidos, nos ayuda a ser agradecidos y ordena nuestros pensamientos confusos. La persona que canta con fervor en el tiempo de adoración es alguien cuyo corazón está centrado en Dios y siente la emoción de la adoración. Por lo tanto, si deseamos que la gracia abunde, debemos cantar con pasión.
Debemos ofrecer a Dios este tipo de alabanza "poderosa". ¿Por qué? ¿Por qué debemos alabar a Dios? Hoy, en el Salmo 47, buscaremos tres razones que nos ayudarán a entenderlo. Que todos nosotros podamos ser aquellos que verdaderamente alabamos a Dios con este entendimiento.
Primero, debemos alabar a Dios porque Él es el Dios Altísimo.
Miren los versículos 2 y la segunda parte del 9 del Salmo 47:
"Porque Jehová el Altísimo es temible, Rey grande sobre toda la tierra"(v. 2),
"...los escudos de la tierra son de Jehová, Él es exaltado sobre todas las naciones" (v. 9b).
¿Qué significa que Dios es el Dios Altísimo? Significa que Él es el más alto, el más exaltado, el más grande de todos. Es el Dios más digno de honor. Al alabar al Dios Altísimo, no debemos olvidar su majestad. Esto quiere decir que Dios es un objeto de temor reverente, y debemos tener presente que, al alabarlo, debe haber una profunda reverencia en nuestros corazones. Aunque esto debería ser evidente, a veces parece que al alabar a Dios nos olvidamos de su grandeza y nos mostramos demasiado relajados, libres o informales en nuestra adoración. Dicho de otra manera, al alabar a Dios, el más alto de todos, debemos recordar nuestra posición ante Él y alabarlo con la reverencia que Él merece. Piensen en esto: ¿No es natural que los más bajos de todos, como nosotros, alabemos a Dios, el más alto, con una actitud de profundo respeto y temor reverente?