Bienaventurados los que alaban la grandeza y exaltación del Señor.
[Meditación sobre los Salmos]
(Introducción)
Quise meditar en los Salmos.
En medio de mi debilidad, necedad y carencia, sin saber qué hacer, orando a Dios, tomé la decisión de meditar en los Salmos.
Aunque hay otros 65 libros en la Biblia, no sé con certeza por qué entre todos esos decidí meditar precisamente en el libro de los Salmos. Tal vez fue porque en la iglesia se nos animó a leer cinco Salmos y un capítulo de Proverbios cada día, y al aceptar esa recomendación, comencé a leerlos, lo cual seguramente me influyó.
También creo que fue por la lectura previa del libro Depresión Espiritual del pastor Martyn Lloyd-Jones, donde me impactaron profundamente sus reflexiones basadas en los versículos 5 y 11 del Salmo 42 y el versículo 5 del Salmo 43.
Cuando me sentía desanimado por mí mismo y angustiado por diversas dificultades, al igual que el salmista, yo también proclamaba a mi alma:
“¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios…”
Y al clamar a Dios de esa manera, experimenté cómo Él, quien es mi socorro (Salmo 121), me hacía “alabar aún a mi Dios” (Salmo 42:5, 11; 43:5).
Quise tener más abundantemente esa clase de experiencias.
Al ver cómo el salmista, a pesar de sus muchas aflicciones, clama a Dios y finalmente termina alabándolo, yo también deseaba recibir esa gracia.
Por eso quise meditar en los Salmos.
Este libro de meditaciones sobre los Salmos fue preparado por la gracia de Dios, recopilando lo que escribí al volver a reflexionar sobre los pasajes que prediqué cada miércoles durante los cultos de oración.
Después de cada sermón, volvía a la oficina pastoral para repasar el mensaje y poner por escrito mis pensamientos y meditaciones.
El título “La persona bienaventurada alaba la grandeza y majestad del Señor” surgió al pensar en el versículo 1 del Salmo 1, que comienza con “Bienaventurado el hombre…”, y el último versículo del último Salmo, el Salmo 150:6, que dice:
“Todo lo que respira alabe al Señor. ¡Aleluya!”
Esto me recordó el coro del himno número 40 “Señor, mi Dios, al contemplar los cielos”, que dice:
“Mi corazón entona la canción: ¡Cuán grande es Él, cuán grande es Él!”
Al relacionar estos tres elementos, llegué a una conclusión que llenó mi corazón:
“La persona bienaventurada alaba la grandeza y majestad del Señor.”
Deseo sinceramente que tú y yo seamos esas personas bienaventuradas que alaban la grandeza y majestad del Señor.
Por la gracia de Dios, que ya nos ha bendecido con toda bendición espiritual por medio de Jesucristo,
Comparte: Pastor James Kim
(Octubre de 2015 — Deseando alabar la grandeza y majestad del Señor mientras tenga aliento)