El Pastor que Sabe Usar el Espejo

 

 

 

 

“Estas cosas sucedieron como ejemplo para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos lo hicieron… Todo esto les sucedió como ejemplo, y está escrito para nuestra amonestación, a quienes han alcanzado los fines de los siglos.” (1 Corintios 10:6, 11)

 

 

Los que creemos en Jesucristo debemos mirarnos en el espejo con frecuencia. Especialmente los pastores, que deben hacerlo aún más que los laicos. Pero no solo debemos mirar al espejo, sino que debemos ver con sinceridad la imagen que refleja en él. Por eso, debemos conocer nuestra realidad. No debemos tener pensamientos ni actitudes que nos lleven a vivir más allá de nuestra medida. Si descuidamos el hábito de mirarnos en el espejo, dejaremos de ser la voz que clama en el desierto y, como David, nos volveremos orgullosos en medio de la ciudad, pecando y deshonrando el nombre santo de Dios. A veces, sin darnos cuenta, podemos caer en la arrogancia y en pensamientos que nos llevan a pecar contra Dios. Por eso, debemos mirar con diligencia el espejo espiritual, que es la santa palabra de Dios, para evitar caer en pecado.

Los creyentes en Cristo deben ser aquellos que saben utilizar el espejo. Y especialmente nosotros, los pastores, debemos ser aquellos que miramos más a menudo, de manera más profunda y amplia en ese espejo. ¿Qué debemos tomar como espejo? Debemos ver nuestra vida a través de las consecuencias de nuestros pecados pasados y las correcciones amorosas que Dios nos ha dado. Aunque hemos sido perdonados por Dios y Él no se acuerda de nuestros pecados, debemos recordar lo que hemos hecho. No debemos olvidar las lecciones que Dios nos enseñó a través de las correcciones que recibimos. Aunque el dolor de esas correcciones haya pasado, las enseñanzas que Dios nos dio en ese proceso deben permanecer grabadas en nuestro corazón. Debemos recordar la grandeza de la soberanía de Dios, Su justicia, Su santidad y Su amor, y por ese recordatorio, debemos evitar caer en los mismos errores.

En el pasaje de hoy, 1 Corintios 10:6 y 11, el apóstol Pablo le escribe a la iglesia de Corinto y les recuerda lo que sucedió con el pueblo de Israel durante el éxodo. Muchos de ellos cayeron en idolatría (v. 7), en pecado sexual (v. 8), tentaron a Dios (v. 9) y murmuraron (v. 10), lo que resultó en su destrucción. Pablo les dice que esos eventos deben servirnos de espejo y advertencia para que no cometamos los mismos errores. Además, Pablo les explica que las Escrituras fueron escritas para nuestra amonestación, a fin de que no caigamos en los mismos pecados que el pueblo de Israel cometió durante su travesía.

¿Por qué Pablo les da este consejo a los corintios? Porque su propósito es que no caigan en el mismo pecado de disfrutar del mal, como lo hicieron muchos de los israelitas en el pasado (v. 6).

No debemos disfrutar al cometer pecado. Por el contrario, debemos temer al pecado. La razón de esto es que cuando nos deleitamos en el pecado, el Dios Santo se revelará a nosotros en Su santidad. Por supuesto, esta santidad de Dios se manifestará en forma de disciplina. Sin embargo, debemos experimentar ese amor santo de Dios a través de Su disciplina. Al hacerlo, tomaremos esa disciplina divina como un espejo y, de esta manera, evitaremos cometer el mismo pecado en nuestra vida actual. Por lo tanto, si hoy nos creemos firmes, debemos tener cuidado de no caer (v. 12).