"Cuando llegaron a Jerusalén"
[Hechos 21:15-26]
¿Les gusta viajar? Si es así, ¿cómo suelen prepararse para un viaje? Probablemente primero eligen el destino, luego fijan la fecha y organizan un itinerario. También deben decidir si viajarán en coche, avión u otro medio, y hacer todas las preparaciones necesarias. Sin embargo, en lugar de sentir que estos preparativos son una carga, para quienes desean viajar, probablemente son una fuente de alegría. Después de hacer todas las preparaciones, el proceso de dirigirse hacia el destino también es emocionante, lleno de anticipación. Al llegar al destino, uno probablemente espera con ansias hacer todo lo planeado y disfrutar de la estadía. Una vez que llegamos, ¿cómo reaccionamos? Es probable que nos sintamos felices de descansar y disfrutar del tiempo lejos del hogar y del trabajo, liberándonos de tensiones y preocupaciones.
Sin embargo, ¿cómo reaccionarían si no estuvieran viajando por placer, sino por un propósito misionero? ¿Cómo reaccionarían si su llegada al destino estuviera motivada por una misión, una tarea importante por cumplir, en lugar de un simple viaje?
En el pasaje de hoy, Hechos 21:17, la Biblia relata que Pablo y su grupo llegaron a Jerusalén. Al imaginarme cómo pudo haber sido el corazón de Pablo al llegar, se me ocurren algunas reflexiones:
(1) Pablo probablemente estaba agradecido y feliz.
Él había llegado a Jerusalén, donde había sido llamado por el Señor para predicar el evangelio. Seguro que sentía gratitud por la guía y protección de Dios que le permitió llegar hasta allí. Ahora, en ese momento, podría sentir alegría al ver que se estaba cumpliendo la voluntad de Dios, de poder predicar en Jerusalén.
(2) Pablo no podía dejar de pensar en las prisiones, persecuciones y sufrimientos que le esperaban.
Aunque Pablo estaba decidido a cumplir su misión, incluso si debía morir en el proceso, no puedo evitar pensar que, al llegar a Jerusalén, sentía tanto expectativa como preocupación. Él sabía que el camino no sería fácil, pues ya el Espíritu Santo le había advertido sobre los sufrimientos que le aguardaban en la ciudad. A pesar de su determinación, es posible que experimentara cierta inquietud al llegar a su destino.
A través de este pasaje, bajo el título "Cuando llegaron a Jerusalén", quiero reflexionar sobre lo que ocurrió cuando Pablo y su grupo llegaron a la ciudad. A través de tres puntos, deseo recibir la gracia y enseñanza que Dios tiene para nosotros.
1. Pablo y su grupo fueron recibidos por los hermanos en Jerusalén.
En Hechos 21:17, leemos: “Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gusto.” Después de completar su viaje desde Cesarea, Pablo y su grupo llegaron a Jerusalén (v. 15). En ese momento, algunos discípulos de Cesarea se unieron a ellos para guiarlos a Jerusalén (v. 16). Fueron recibidos por Nason, un discípulo originario de Chipre, quien los acogió en su casa (cf. Hechos 21:16). Nason, un hombre fiel al Señor, recibió con alegría a Pablo y a los representantes de las iglesias gentiles que lo acompañaban.
Este recibimiento me recuerda al relato en Juan 12:12-16, cuando Jesús hizo su entrada triunfal en Jerusalén. La multitud lo recibió con palmas, proclamando: “¡Hosanna! Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel.” Sin embargo, esta multitud no lo recibió como el Salvador de sus almas, sino como un liberador político, esperando que los liberara del dominio romano y trajera prosperidad económica y justicia social.
Es interesante ver que, aunque muchos le dieron una cálida bienvenida, no todos lo aceptaron como el Mesías enviado por Dios. De hecho, Juan 1:11-12 dice: “A lo suyo vino, y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hechos hijos de Dios.” A pesar de la multitud que lo aclamaba, la mayoría de los judíos no aceptaron a Jesús como su Salvador.
De manera similar, en el caso de Pablo, aunque fue recibido con hospitalidad por los creyentes en Jerusalén, la situación no era sencilla. Aunque ellos lo aceptaban como hermano y colaborador en la fe, Pablo sabía que su misión en Jerusalén no iba a ser fácil. Al igual que Jesús, él debía cumplir un propósito más grande, a pesar de las adversidades que eso conllevara.
Reflexión
Al pensar en el recibimiento que Pablo y su grupo recibieron en Jerusalén, me viene a la mente la importancia de ser bienvenidos en el cuerpo de Cristo. A veces, los creyentes son recibidos con hospitalidad y amor, pero también enfrentan desafíos y persecuciones. La pregunta es: ¿cómo reaccionamos cuando llegamos a un lugar en el que nuestra misión es predicar el evangelio y enfrentamos oposición o dificultades? Al igual que Pablo, debemos estar dispuestos a cumplir con el llamado de Dios, sabiendo que, aunque el camino sea difícil, estamos cumpliendo la voluntad de Dios.
Esta reflexión me desafía a vivir con valentía en la fe, reconociendo que, aunque las circunstancias no siempre sean favorables, Dios siempre está con nosotros, guiándonos y fortaleciendo nuestra misión.