"Cuando termine el camino que debo recorrer"
[Hechos 13:25]
Alguna vez en Corea hubo un gran revuelo debido a lo que se conoció como “mandu de basura”. Era sobre cómo se estaban vendiendo empanadillas hechas con nabos podridos provenientes de China, y los ciudadanos estaban muy enfadados por esta situación. En medio de eso, leí una noticia en la que el dueño de un restaurante de comida rápida hacía una declaración de conciencia. La razón por la que usaban nabos podridos para hacer las empanadillas era para reducir los costos de los ingredientes y ganar más dinero. El periodista que cubrió la historia destacó que “los negocios de empanadillas y algunos restaurantes de comida rápida tenían una mentalidad equivocada al querer ganar dinero fácil a costa de la salud pública”. De manera similar, parece que muchos cristianos quieren correr la carrera de la fe de una manera fácil, sin tener en cuenta la perspectiva a largo plazo. Buscan una fe que crezca rápidamente, sin pasar por el sufrimiento o la dedicación. Me pregunto si estas personas realmente podrán terminar bien la carrera de la fe, aunque no es necesario cuestionarlo.
Hoy quiero reflexionar sobre la carrera de la fe de Juan el Bautista, basándome en Hechos 13:25. Más específicamente, quiero meditar sobre dos aspectos de la vida de Juan el Bautista que lo ayudaron a mantenerse firme hasta el final en su carrera de fe, y así recibir las lecciones que Dios tiene para nosotros.
Primero, Juan el Bautista proclamó un mensaje que instaba al cambio.
Miremos Hechos 13:24: “Antes de su venida, Juan predicó el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel.” Aquí, "arrepentimiento" se refiere a un cambio en la vida y en el corazón. Sin un cambio interior, el cambio exterior es sin sentido. Por eso, cuando preparamos nuestra reunión de oración en la iglesia, todos estamos orando por “cambio”. Yo me aferro a lo que dice Romanos 12:2: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Aquí quiero reflexionar sobre las cosas de este mundo que no debo imitar. Estoy considerando cómo estoy siguiendo los patrones del mundo, cómo estoy comprometido con el mundo, y hago una reflexión personal sobre aquellas cosas que no debo imitar. En resumen, necesito identificar las áreas de mi vida y mi corazón que deben cambiar. Así que, al preparar esta reunión, mi deseo es vivir una vida que busque el cambio, tanto durante la reunión como después de ella.
Segundo, Juan el Bautista poseía una verdad inmutable.
Esa verdad inmutable era: "Yo no soy el Cristo" (v. 25). El saber quién no soy implica saber realmente quién soy. En otras palabras, Juan el Bautista sabía cuál era su papel y se mantuvo fiel a él. En los evangelios de Marcos 1 y Juan 1, se menciona que Juan el Bautista era (1) una voz que clamaba en el desierto, (2) el que preparaba el camino del Señor, (3) el que enderezaba los senderos de Dios, y (4) el que señalaba a Jesús. Juan sabía con certeza su llamado y su misión, y fue fiel a esa misión hasta el final. Cuando la gente le preguntaba, él decía: “No soy el Cristo”. Esta confesión muestra que Juan estaba completamente dedicado a su misión. ¿Cuántos cristianos famosos, aunque declaran con sus labios que dan gloria a Cristo, en su corazón siguen buscando su propia gloria y robando la gloria de Cristo? Al reflexionar sobre esto, la confesión de Juan, "Yo no soy el Cristo", es la verdad y el principio que nos lleva a terminar bien nuestra carrera de fe. La confesión "Yo no soy el Cristo" no solo nos recuerda quiénes somos, sino también quién es verdaderamente Cristo. Juan sabía con certeza que Jesús era el Mesías, el Cristo. Él lo señaló como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Juan estaba totalmente centrado en Jesús. Cuando sus discípulos le dijeron que muchas personas iban a Jesús para ser bautizados, él respondió: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30). La actitud de “yo debo menguar” es la postura de fe de alguien que reconoce firmemente que “no soy el Cristo”.