Oremos con toda nuestra fuerza.
"Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos." (Hechos 1:14)
El lema de nuestra iglesia para el año 2008 es “Oremos con toda nuestra fuerza”. Y el versículo que nos guía es precisamente Hechos 1:14. El contexto de este versículo es el siguiente: después de que Jesús murió en la cruz, resucitó y ascendió al cielo, los discípulos de Jesús regresaron desde el monte de los Olivos a Jerusalén. Allí, unos 120 discípulos se reunieron en el aposento alto donde se hospedaban y perseveraron en la oración.
Basándome en este versículo, hoy deseo hablarles bajo el título “Oremos con toda nuestra fuerza” y espero que todos nosotros tomemos este mensaje para vivir una vida de obediencia en oración. Si tuviéramos que resumir este mensaje en una frase, sería: “Oración, Expectativa, Espera”. Debemos orar, esperar y esperar en Dios.
Ahora bien, ¿cómo debemos orar? ¿Qué debemos esperar y cómo debemos esperar?
Primero, debemos orar “juntos”.
Por supuesto, la oración personal es muy importante. Pero debemos recordar que, como los 120 discípulos de Jesús, también nosotros debemos reunirnos y orar juntos. Vivimos en una época en la que la gente ha perdido el hábito de reunirse. Veamos, por ejemplo, a nuestras familias. ¿Acaso no es difícil reunir a todos los miembros de la familia para compartir una comida al día? Si en la familia es difícil reunirnos, cuánto más en la iglesia, donde todos los miembros debemos reunirnos para orar. Es un desafío, pero el autor de Hebreos nos anima en Hebreos 10:25, diciendo: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y tanto más cuando veis que aquel día se acerca.” Los que vemos la cercanía del regreso de Cristo debemos reunirnos con urgencia para orar.
Segundo, debemos orar “unánimes”.
En Hechos 1:14, los discípulos de Jesús oraban “unánimes”, es decir, tenían un mismo propósito en sus corazones. Debemos seguir su ejemplo y orar juntos con un solo corazón, en unidad. Esta oración se llama "oración unánime" o "oración de consenso". Pero, ¿cómo podemos orar unidos con un mismo corazón? La clave se encuentra en Efesios 4:4-6. Resumiendo ese pasaje, dice: “Un solo cuerpo, un solo Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.” En Cristo, como cuerpo unido, podemos orar unánimemente. Debemos ser una sola alma, una sola mente, orando unidos en Dios. Mi deseo es que, como iglesia, podamos orar con un solo corazón delante de Dios.
Tercero, debemos orar “aferrándonos a la promesa de Dios”.
En el versículo de Hechos 1:8, los discípulos oraron basados en la promesa que Jesús les dio: “Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” De la misma manera, nosotros debemos aferrarnos a las promesas de Dios que nos ha dado. Por ejemplo, debemos aferrarnos a lo que dice Mateo 16:18: “Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” Debemos orar y unirnos, aferrándonos a estas promesas.