El corazón roto
(Conclusión)
El Dios que se acerca a los corazones quebrantados y sana esas heridas es nuestra verdadera esperanza. Gracias a Él, nuestra esperanza genuina, podemos soportar y perseverar, incluso en medio de innumerables sufrimientos, dolores y lágrimas. Su consuelo, esperanza y valentía nos levantan, como un muñeco de resorte, para vivir un día a la vez. Aunque no sepamos lo que nos deparará el mañana, con el consuelo y la fuerza que nos da el Señor, avanzamos paso a paso hacia el reino celestial.
A pesar de vivir en un mundo desértico, lleno de preocupaciones, aflicciones y pecados, que nos causan ansiedad, miedo, desesperanza y desánimo, hemos llegado hasta aquí con la ayuda del consuelo, la fuerza y el apoyo del Señor. El Señor, que nos permite experimentar dolor en este mundo semejante a un desierto para fortalecer nuestra fe, también nos habla con Su voz suave, guiándonos a poner nuestra esperanza únicamente en Él, para que podamos superar y perseverar en las adversidades.
A través del sufrimiento, Él revela nuestra debilidad y nos lleva a mirar y depender solo de Él, quien es nuestra fortaleza en nuestra debilidad. El Señor escucha nuestras oraciones, nos salva y nos hace alabar al Dios de la salvación. A través de Su consuelo en el sufrimiento, nos da paz en medio de la preocupación, y certeza en medio de la incertidumbre, para que podamos soportar cualquier dolor y adversidad.
Además, el Señor nos da una paz que el mundo no puede ofrecer. En este mundo tempestuoso, con olas de dificultades, no necesitamos temer, sino que podemos descansar confiando en Dios. Los que confían en Dios en silencio dejan todas sus cargas a Él, porque creemos que Él lleva nuestras cargas pesadas que no podemos soportar solos.
Él, quien llevó sobre Sí todos nuestros pecados y murió en la cruz para perdonarnos y darnos vida eterna, nos ha dado una esperanza eterna. Con esa esperanza eterna, mientras vivimos en este mundo desértico, debemos mirar al Señor de la esperanza cuando nuestro corazón esté angustiado, cuando estemos desanimados o tristes, o cuando nos ahoguemos en preocupaciones.
El Señor nos ayudará, sin duda. Él sanará nuestras heridas. En Su tiempo y a Su manera, el Señor acariciará nuestros corazones quebrantados y sanará nuestras almas heridas. Él nos dará libertad. Ya no tendremos que luchar más en nuestras mentes y corazones llenos de angustia, ansiedad, miedo, desánimo o depresión. Ya no necesitaremos luchar contra la culpabilidad del pecado. Viviremos en libertad. Viviremos plenamente en la libertad que el Señor nos da.
Oremos para que, a través del Señor, quien sana los corazones quebrantados, todos nosotros vivamos hoy con esperanza y sigamos adelante con fe.