"Señor, Tú eres mi fuerza, Te amo, oh Jehová"

 

 

 


[Salmo 18]

 

 

¿Por qué nos sentimos desesperados? ¿Por qué nos sentimos frustrados y sin esperanza? A lo largo de nuestro viaje en la vida, hay momentos en los que nos sentimos sin fuerzas. En esos momentos, corremos el riesgo de caer en la desesperación. A veces surge la tentación de abandonar todo, de rendirnos. Al reflexionar sobre esto, tres palabras vinieron a mi mente: "realidad", "pensamientos" y "emociones". Es decir, cuando las dificultades y adversidades de la vida nos azotan, la forma en que reaccionamos ante esta realidad, que a menudo deseamos negar, es crucial.

La primera reacción es “pensamientos” (mente). Cuando nos enfrentamos a situaciones inesperadamente difíciles o adversas, surgen cuatro preguntas comunes en nuestra mente. La primera pregunta es “¿por qué?”: “¿Por qué me está pasando esto a mí?”, “¿Por qué soy yo?”. Estas preguntas son parte de nuestra naturaleza, una respuesta instintiva o quizás un hábito. Al final, la pregunta de “¿por qué?” refleja nuestra negación de la realidad que estamos viviendo. Esta negación se manifiesta en quejas y frustración, en un sentimiento de victimización. Otra pregunta que frecuentemente surge es “¿cómo?”: “¿Cómo sucedió esto?” Aunque intentamos buscar soluciones, a menudo no encontramos respuestas, y muchas veces la dificultad es mayor que la solución misma. La siguiente pregunta que intentamos hacer, especialmente los cristianos, es “¿qué?”: “¿Cuál es la voluntad de Dios en esto?” Nos esforzamos por entender la voluntad de Dios en medio de nuestras dificultades. Pero, también debemos reconocer que no siempre tenemos respuestas, y en muchos casos sabemos menos de lo que realmente comprendemos. ¿Cómo podríamos conocer toda la voluntad de Dios? En medio de las realidades que enfrentamos, la pregunta correcta que debemos hacer es “¿quién?”: "¿Quién es Dios?" Al hacernos esta pregunta, podemos afirmar la soberanía de Dios y, al reconocerla, podemos aceptar nuestra situación con fe. Esta reflexión nos permite expresar emociones saludables, sin extremos emocionales, y mantener consistencia en nuestros pensamientos y sentimientos.

En el Salmo 18, el salmista David describe su realidad en los versículos 4-5: "Las cuerdas de la muerte me rodearon, y torrentes de impiedad me aterrorizaron; las cuerdas del sepulcro me rodearon; los lazos de la muerte me encontraron". David, al recordar el día en que fue salvado de todos sus enemigos y de la mano de Saúl (v. título), hace una confesión sincera desde lo más profundo de su corazón: “Te amo, oh Jehová, mi fortaleza” (v. 1). La palabra "amar" que David usa aquí es "rahám" en hebreo, que según algunos pastores, se refiere a "la compasión, misericordia y amor que Dios derrama sobre la vida de las personas, un amor tan profundo que duele en Su corazón, tanto que parece derretirle el alma" (fuente en línea). Este amor es algo que está profundamente arraigado en el corazón humano; es un amor verdaderamente derretido y transformador (interpretación de Park Yun-seon). La razón por la que David puede confesar este amor es porque Dios fue su fortaleza. Dicho de otra manera, David experimentó el poder y el amor de Dios en cada una de las crisis que enfrentó, y por eso pudo decir: "Te amo, oh Jehová". A través de sus recuerdos de salvación, David no solo aceptó su realidad con fe, sino que, en lugar de rendirse, ofreció alabanza a Dios (v. 3).

¿Por qué Dios salvó a David de todos sus enemigos y de Saúl?
Hoy en el Salmo 18, podemos reflexionar sobre dos razones principales.

 

Primera razón: La divinidad de Dios, es decir, la naturaleza de Dios como Dios mismo.

 

Dios, por su naturaleza, es un Salvador, y es por esta razón que salvó a David (interpretación de Park Yun-seon). En el Salmo 18:2, podemos ver varias descripciones de la naturaleza de Dios que expresan su carácter: "Mi roca" (refiriéndose a un terreno rodeado por acantilados), "Mi fortaleza" (un alto monte o cima), "Mi libertador" (quien salva en tiempos de gran peligro), "Mi Dios", "Mi refugio", "Mi escudo", "Mi cuerno de salvación" (una metáfora de la capacidad para la victoria), "Mi alto refugio" (un refugio en una montaña escarpada). En resumen, Dios es el protector de David, y por eso lo salvó. Por ello, David proclamó a Dios como su protector y Salvador en su oración.

 

Segunda razón: Porque Dios es un Dios que responde nuestras oraciones, y fue por esa razón que salvó a David de todos sus enemigos y de Saúl.

 

En el Salmo 18:6, leemos: "En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios; Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de Él, a sus oídos." El Dios que es nuestra fuerza es también el que escucha nuestras oraciones. Especialmente en momentos de gran angustia (versículos 4-5: "muerte", "tormentas", "sepulcro"), cuando clamamos urgentemente, Él escucha y responde nuestras oraciones. Nuestro Dios es un Dios que está presente en nuestros momentos más desesperados.

¿De qué manera, entonces, Dios salvó a David? Si miramos los versículos 7-15 del Salmo 18, no podemos evitar sorprendernos. La razón es que la forma en que Dios salva a David es una manifestación de la majestad de Dios. David describe cómo "la tierra tembló y los cimientos de los montes se estremecieron" (v. 7), "de su nariz subía humo, y de su boca salía fuego consumidor" (v. 8), "extendió los cielos y descendió" (v. 9), "voló sobre los querubines" (v. 10), "puso oscuridad como un escondite" (v. 11), "delante de Él pasaron nubarrones y granizo" (v. 12), "tronó en los cielos, y envió rayos" (vv. 13-14), y finalmente, "las aguas fueron descubiertas y los cimientos de la tierra se vieron" (v. 15). Estas imágenes describen cómo Dios, al salvar a David, lo hizo de una manera tan imponente y majestuosa que parecía que el universo entero temblaba. El poder de Dios es tan grande que, para salvar a un solo ser humano, sacudió la creación misma. Como dice Park Yun-seon, es asombroso cómo la majestad de Dios se manifiesta para salvar a una persona, un individuo, cuya vida aparentemente no tiene importancia comparada con la magnitud del universo. "¡Para salvar a este solo ser, Dios hizo temblar los cielos y la tierra!" ¡Esto es un testimonio impresionante del poder de la oración de un solo individuo!

Sobre la oración de un solo individuo, reflexioné en cuatro aspectos importantes:

 

Primero, la oración abre las puertas del cielo.

 

En el versículo 16 del Salmo 18, David dice: "Me libró de las aguas profundas." Esto significa que, cuando las puertas de todas las direcciones (norte, sur, este, oeste) están cerradas debido a un desastre o angustia, y no hay salida, David oró, y la puerta que no podía ser cerrada por el hombre se abrió. Esa puerta era la puerta del cielo. Fue allí donde se llevó a cabo la obra salvadora de Dios. Al igual que el pueblo de Israel, que se quejaba mirando hacia la tierra, preguntándose "¿por qué?" en su frustración, Moisés, al mirar al cielo, oró, y Dios escuchó su oración, abriendo la puerta del cielo y concediéndole gracia salvadora. Nuestra oración abre las puertas del cielo.

 

En segundo lugar, la oración es poderosa.


La oración nos permite experimentar el poder salvador de Dios, que es más fuerte que "el enemigo fuerte y los que nos odian" (v. 17). Los enemigos más poderosos que David podía enfrentar, pero la oración nos permite experimentar el poder de salvación del Dios Todopoderoso.

 

En tercer lugar, la oración es confiar en Dios.

 

En el versículo 18 del Salmo 18, David dice: “… Jehová ha sido mi fortaleza.” Aunque David enfrentó el día de la calamidad (v. 18), cuando oró, ese día de desastre se convirtió en el "día de la salvación" de Dios.

En cuarto lugar, la oración nos hace darnos cuenta de cuán feliz se siente Dios con nosotros.
En el versículo 19 del Salmo 18, leemos: “… me salvó porque se agradó de mí.” A través de la oración, David no solo experimentó la salvación de Dios, sino también el liderazgo divino. Lo más sorprendente fue que se dio cuenta de cuánto le agradaba a Dios. Por eso, el himno que podemos cantar con todo el corazón es: “Quiero ser el gozo de mi Señor...”

Al final, sin importar las dificultades que enfrentemos, si pensamos en "Jehová, mi fortaleza" y aceptamos esas realidades con fe, orando para encontrar una solución, el Dios Salvador que nos protege se manifestará con gran majestad, como si el universo entero temblara, y mostrará su gran poder de salvación. En ese momento, al experimentar cuán feliz está Dios con nosotros, no podremos más que alabarlo.