El Consolador que Comprende
"Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo de la misma manera que nosotros, pero sin pecado" (Hebreos 4:15)
En medio de nosotros, hay personas que están sufriendo, pero no pueden expresar su dolor. A nuestro alrededor, también hay muchos que pasan por momentos difíciles, pero no pueden decirlo. Muchas personas llevan en su corazón temores, dolores y sufrimientos mientras siguen viviendo cada día. El problema es que muchas de esas personas no pueden compartir su dolor con nadie y viven con ansiedad y angustia. Tal vez la razón de esto es que no tienen a alguien con quien compartir su corazón. ¿Por qué no compartimos nuestros sentimientos? Quizá porque creemos que si abrimos nuestro corazón y compartimos nuestro sufrimiento, la otra persona no lo entenderá ni podrá empatizar con nosotros. Por lo tanto, solemos guardar ese dolor en lo más profundo de nuestro ser. Y así seguimos viviendo día tras día.
En esta Semana Santa, mientras meditaba sobre Jesús, quien es "el hombre de dolores" (Isaías 53:3), me di cuenta de nuevo de que Jesús es nuestro sumo sacerdote que comprende nuestras debilidades. Pensé en esto y oré para que Dios me haga ser, como Jesús, un consolador que comprende las debilidades de mis prójimos. Después de orar, me pregunté cómo podría llevar esta oración a la práctica y convertirme en un consolador que tiene la capacidad de comprender y consolar.
Primero, para ser un consolador que comprende, debemos reconocer y aceptar completamente nuestras propias debilidades delante del Señor, quien es el sumo sacerdote que comprende nuestras debilidades.
Por naturaleza, no nos gustan los desiertos; preferimos las ciudades. Esto se debe a que el desierto es un lugar solitario. En el desierto no hay nada, por lo que preferimos mudarnos a una ciudad donde parece haber abundancia. Sin embargo, es necesario que entremos voluntariamente en el desierto. Y en ese desierto, debemos acercarnos al Señor, quien es nuestro sumo sacerdote que comprende nuestras debilidades. En particular, debemos reconocer humildemente nuestras debilidades mientras son reveladas en el desierto y acercarnos al Señor. Si no reconocemos nuestras debilidades, nunca podremos experimentar al Señor que se compadece de nosotros. ¿Por qué entrar en el desierto solitario? ¿No es para encontrarnos y experimentar al Señor que comprende nuestras debilidades? Necesitamos hacer del desierto un jardín de soledad donde podamos encontrarnos con Dios. Y en ese desierto, debemos reconocer humildemente nuestras debilidades ante el Señor.