Gratitud en medio del sufrimiento
“Jonás oró a Jehová su Dios desde el vientre del pez… y dijo: ‘Con voz de acción de gracias te ofreceré sacrificio; pagaré lo que he prometido. La salvación es de Jehová’” (Jonás 2:1, 9).
El sufrimiento es doloroso y angustiante.
Cuando estamos doloridos y angustiados, solemos gemir y luchar en medio de heridas y lágrimas.
También llegamos a quejarnos.
Culpamos a las personas. Para sentir algo de alivio, tratamos de encontrar a quién echar la culpa.
No solo culpamos a personas, sino también a las circunstancias.
Sin embargo, rara vez nos culpamos a nosotros mismos.
Esto se debe a que, cuando estamos muy afligidos y dolidos, nos volvemos aún más egoístas.
Y siendo egoístas, no solo no pensamos que el sufrimiento vino por nuestra culpa, sino que no podemos aceptarlo.
Por eso, nosotros, egoístas en medio del sufrimiento, no aprendemos nada a través del sufrimiento.
No solo no aprendemos sobre nosotros mismos, tampoco aprendemos la palabra de Dios.
Como resultado, no podemos dar gracias a Dios en medio del sufrimiento.
Pero el profeta Jonás, que aparece en Jonás 2:1 y 9, ora con gratitud a Dios en medio del sufrimiento y decide también ofrecer sacrificios de agradecimiento a Dios.
¿Cómo fue esto posible?
¿Cómo pudo Jonás orar agradeciendo a Dios y decidir ofrecer sacrificios de gratitud estando en el vientre del gran pez (v. 1), y cuando las olas y grandes tempestades del Señor le cubrían (v. 3)?
¿Cómo pudo dar gracias a Dios incluso en el doloroso sentimiento de haber sido expulsado de la presencia de Dios y con su alma desfalleciendo en su interior?
¿Cuál fue el secreto?
Creo que hay al menos tres razones:
Primero, el secreto por el que Jonás pudo dar gracias a Dios en medio del sufrimiento fue porque recordaba la gracia salvadora que Dios ya le había concedido.
¿No es acaso una frase difícil de entender?
¿No está Jonás ahora mismo en el vientre del gran pez?
¿No está aún sufriendo?
¿Entonces, cómo podemos hablar de la experiencia de salvación de Jonás?
En Jonás 1:17, Dios preparó un gran pez para que tragara a Jonás, quien había sido arrojado al mar, y así lo salvó.
Jonás, que había experimentado esta gracia pasada de salvación, pudo en el capítulo 2, versículo 1, orar a Dios con gratitud [la palabra “orar” en la frase “Jonás oró a Jehová su Dios desde el vientre del pez” en hebreo es “yitpalel”, que se usa para oraciones de acción de gracias, como podemos confirmar en 1 Samuel 2:1 y 2 Samuel 7:27].
¿No te parece curioso?
¿Cómo pudo Jonás, estando en el vientre del gran pez, agradecer por aquel acto de salvación que Dios preparó al enviar ese pez para tragarlo después de ser arrojado al mar?
¿No te parece extraño?
Normalmente, cuando oramos y esperamos salvación, esperamos ser sacados del sufrimiento, como estar dentro de un gran pez.
Pero Jonás no esperó hasta el capítulo 3 para dar gracias, sino que lo hizo ya en el capítulo 2, dentro del vientre del gran pez.
Aunque fue salvado de un sufrimiento a otro (aún mayor), pudo dar gracias a Dios porque recordaba la gracia salvadora que Dios ya le había dado.
Quien recuerda esa gracia salvadora pasada y la celebra en medio del sufrimiento actual no puede sino dar gracias a Dios.
Así que, como Jonás, recordemos la gracia salvadora que Dios nos ha dado en el pasado y, aunque enfrentemos sufrimientos aún mayores, demos gracias a Dios en oración.
Segundo, el secreto por el que Jonás pudo dar gracias a Dios en medio del sufrimiento fue porque tenía la certeza y esperanza de la salvación futura de Dios.
La razón por la que podemos dar gracias a Dios en medio del sufrimiento no es solo por la gracia salvadora pasada que Él nos dio, sino también porque creemos que el Dios que nos salvó antes nos salvará ahora en el sufrimiento presente.
Es esta esperanza y certeza de salvación la que nos permite, aun estando en medio del sufrimiento, alabar y orar con gratitud a Dios.
Así sucedió con Pablo y Silas en Hechos 16.
Aunque estaban en prisión y podían ser ejecutados al día siguiente, oraron y cantaron alabanzas a Dios (v. 25).
¿Cómo fue posible? Porque tenían certeza y esperanza en la salvación.
Pablo creía firmemente que Dios lo guiaría hasta Roma y que se presentaría ante el César; confiaba en que sería liberado de la prisión.
Por eso oró y alabó a Dios.
Jonás, en Jonás 2:1 y 9, también dio gracias a Dios porque creía que el Dios que lo había salvado antes lo salvaría en ese momento, en el vientre del gran pez.
En otras palabras, Jonás confiaba en el amor fiel y salvador de Dios, y por eso decidió orar y ofrecer sacrificios de gratitud en medio del sufrimiento.
Creemos que el Dios fiel que nos salvó en el pasado nos salvará en el presente y también en las pruebas que enfrentaremos en el futuro, porque nuestro Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos (Hebreos 13:8).
Cuando creemos y esperamos en este Dios fiel, aunque estemos en un sufrimiento tan desesperante como estar en el vientre de un gran pez, podemos anhelar a Dios salvador en medio de la desesperación y, con fe, darle gracias.
Por último, en tercer lugar, el secreto por el cual Jonás pudo dar gracias a Dios aun en medio del sufrimiento fue porque guardaba la gracia de Dios en su corazón.
Mira Jonás 2:8-9:
“Los que adoran ídolos falsos y vanos abandonan la gracia que se les ha dado; pero yo con voz de acción de gracias te ofreceré sacrificios, y cumpliré mis votos. La salvación viene de Jehová.”
Aquí, “los que adoran ídolos falsos y vanos” se describen con dos palabras hebreas: “hével” y “sher”.
“Hével” significa “aliento que se evapora rápidamente”, y “sher” significa “vacío, vano”.
Es decir, los ídolos son cosas vanas, que desaparecen tan rápido como el aliento y son vacías.
Los que sirven a esos ídolos, que son vanos y vacíos como el aliento, abandonan la gracia que Dios les ha dado.
Por ejemplo, si amamos más las riquezas falsas y vanas que a Dios, estamos abandonando la gracia que Dios nos ha dado.
Como resultado, no podemos adorar a Dios con voz de gratitud.
Cuando vivimos de lunes a sábado buscando las cosas vanas de este mundo, rechazamos la gracia que Dios nos da (especialmente durante el culto dominical).
Si no guardamos esa gracia y la rechazamos, cuando llegamos el domingo al templo para adorar, no hay gratitud en nuestro corazón.
No solo no podemos entrar al templo con gratitud, sino que tampoco podemos ofrecer alabanzas y adoración a Dios con voz agradecida.
Pero si guardamos bien en nuestro corazón la gracia que Dios nos ha dado, podemos subir al templo del Señor el domingo con gratitud, y darle alabanzas y adoración con acción de gracias.
Lo interesante es que los adoradores de ídolos abandonan la gracia de Dios y ofrecen sacrificios a cosas vanas que desaparecen rápido como el aliento, pero los que adoran a Dios guardan en su corazón la gracia que Él les da dentro de Su fiel amor pactado (hebreo: “hesed”), y por eso se acercan a Dios con gratitud y adoración.
Jonás fue uno que adoró a Dios.
Pudo dar gracias a Dios aun en el sufrimiento porque guardaba la gracia de Dios en su corazón.
Aunque Jonás desobedeció el mandato de Dios, olvidó su misión y quiso huir de Dios, no fue rechazado por Dios.
Cuando Jonás comprendió aunque sea un poco el amor pactado que Dios le mostró para cumplir su propósito, decidió ofrecer sacrificios con gratitud a Dios.
Finalmente, quien experimenta la gracia de Dios no puede sino orar con acción de gracias y decidir adorar a Dios con gratitud.
Nosotros también debemos orar y adorar con gratitud porque experimentamos la gracia de Dios.
Para ello, debemos guardar fielmente la gracia de Dios en nuestro corazón.
El sufrimiento aunque doloroso y difícil, debe ser para glorificar a Dios.
Para esto, debemos mirar al Dios salvador en medio del sufrimiento.
Debemos recordar las gracias salvadoras que Dios nos dio en el pasado y celebrarlas en el presente sufrimiento.
Guardando fielmente en nuestro corazón esas gracias pasadas, debemos confiar que el Dios fiel nos salvará aun en el sufrimiento presente.
Con esta confianza, podemos esperar en Dios aun en medio de la desesperación.
Con esta esperanza podemos soportar con fe la prueba.
Podemos mirar en silencio a la salvación de Dios.
Debemos mirar al Dios salvador en el sufrimiento.
Debemos recordar las gracias salvadoras del pasado, tener la certeza de la salvación presente y la esperanza de la salvación futura.
Así, por la gracia de Dios, podremos orar y adorar con gratitud a Él.