Efesios 1:3
Dios, quien nos da grandes bendiciones
Probablemente no haya nadie que no quiera recibir las bendiciones de Dios.
El pueblo de Israel también se regocijó al recibir abundantes bendiciones materiales y humanas que provenían de Dios.
Pero el verdadero problema surge después de recibir la bendición.
Si no tenemos una madurez de carácter que nos permita discernir cómo disfrutar correctamente esas bendiciones, acabaremos, como el pueblo de Israel, desperdiciando la vida llenándonos el estómago con lo que Dios nos dio, sin propósito.
Entonces, ¿cómo podemos poseer un carácter maduro que sepa disfrutar correctamente de las bendiciones?
Debemos tener un corazón guiado por los mandamientos de Dios, más que por las bendiciones mismas.
Si, como los israelitas, dejamos la ley de Dios detrás de nosotros y nos volvemos personas saciadas solo en esta tierra, cometemos un grave pecado que deshonra a Dios.
Cuando ponemos los mandamientos de Dios delante de nosotros y dejamos que Su Palabra nos guíe, entonces podremos usar las grandes bendiciones que Él nos da aquí en la tierra para glorificar Su nombre.
Ya hemos recibido “toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3).
Por tanto, debemos disfrutar de todas estas bendiciones en Cristo —quien es la bendición de todas las bendiciones— con humildad y sabiduría, para así dar mucha gloria a Dios.