La Iglesia que Vive de Manera Digna del Evangelio de Cristo

(Meditación sobre Filipenses) (Conclusión)

 

 

 

Nuestra alegría es Jesucristo. Nos gozamos y regocijamos cuando el evangelio de Jesucristo es predicado. Por lo tanto, lo que todos debemos esforzarnos en hacer es predicar el evangelio de Jesucristo. Debemos proclamar el evangelio con valentía y sin temor. También debemos participar activamente en la obra del evangelio. Específicamente, debemos apoyar a los evangelizadores tanto material como espiritualmente. Al mismo tiempo, es importante que vivamos de manera digna del evangelio de Jesucristo.

Debemos estar unidos de corazón y de mente, cooperando por la fe del evangelio. Debemos tener un mismo sentir, un mismo amor y un mismo propósito. No debemos hacer nada por pleitos o vanidad. Jamás debemos confiar en nuestra carne. Por el contrario, debemos imitar la humildad de Jesús, considerando a los demás como superiores a nosotros mismos, cuidando los intereses de los demás para llenar el gozo del Señor. Debemos preocuparnos unos por otros y ayudarnos mutuamente. Además, debemos aprender el secreto del contentamiento y estar satisfechos solo con Jesús. Todos debemos vivir una vida que glorifique a Dios. Para ello, debemos pensar y actuar en todo lo que sea verdadero, justo, santo, puro, amable, digno de alabanza, y en cualquier virtud o elogio.

Todos debemos esforzarnos por conocer a Jesucristo. Debemos comprender que el conocimiento de Jesucristo es la verdad más excelsa. También debemos imitar a Jesús. En ese proceso, nuestra fe debe crecer. En medio de este progreso de la fe, debemos buscar la madurez en la fe. Además, debemos imitar a Jesucristo y mantenernos firmes en Él. Sin importar las persecuciones y tribulaciones que enfrentemos, no debemos preocuparnos, sino presentar todas nuestras peticiones a Dios en oración y súplica con acción de gracias. Al hacerlo, experimentaremos la paz maravillosa de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardando nuestro corazón y nuestra mente. También debemos considerar las dificultades que enfrentamos por causa de Jesucristo como gracia de Dios, soportando y venciendo todas esas pruebas. Incluso si llegamos a morir por la obra de Cristo, no debemos escatimar nuestra vida por Jesucristo y el evangelio de Cristo. Nuestra ardiente expectativa y esperanza debe ser que, vivamos o muramos, Cristo sea glorificado en nuestro cuerpo. Porque para nosotros vivir es Cristo, y también morir es ganancia. Oramos para que la iglesia del Señor sea una que proclame el evangelio de Jesucristo y viva dignamente del evangelio, todo para la gloria de Jesús.