Debemos convertirnos en una iglesia digna de ser llamada iglesia. (Introducción)
¿Qué es la iglesia? ¿Es suficiente que la iglesia esté sana? ¿Es suficiente que la iglesia crezca y se expanda? Personalmente, prefiero la frase "una iglesia como debe ser" en lugar de "una iglesia sana" o "una iglesia feliz". Esto se debe a que creo que, hoy en día, las iglesias están perdiendo su verdadera esencia. Al mismo tiempo, creo que la iglesia debe estar centrada en el Señor. La razón es que una iglesia centrada en las personas refleja más la gloria humana que la gloria de Dios. Y en una iglesia donde la gloria humana prevalece, abundan los pecados que tapan la gloria de Dios, por lo que una iglesia genuina debe estar centrada en Cristo. Nuestra iglesia debe ser una iglesia que glorifique a Dios, que obedezca Su palabra y que muestre Su gloria y poder.
¿Es suficiente que la iglesia crezca solo en número de miembros? ¿Por qué, mientras más crecen los miembros, más peca la iglesia contra Dios? La iglesia, en este momento, está cometiendo el pecado de la inmoralidad espiritual, como una prostituta. La iglesia está sirviendo tanto a Dios como a la riqueza, cayendo en la idolatría de la avaricia. Está deshonrando el nombre santo de Dios. La iglesia está corrupta y cavando su propia tumba. En ella, los miembros se hieren debido a disputas y divisiones, y quienes observan desde afuera critican y se burlan de nuestra iglesia. La iglesia está ocultando la gloria de Dios.
¿Qué debe hacer nuestra iglesia? ¿No debemos llorar lágrimas de arrepentimiento? ¿No debemos volver a Dios con un corazón contrito y humillado? Debemos, bajo la guía del Espíritu Santo, arrepentirnos sinceramente y regresar a Dios. Debemos regresar a Su palabra. Y debemos obedecer Su palabra. El Señor prometió que edificaría Su iglesia (Mt. 16:18), y debemos aferrarnos a esa promesa y participar humildemente en la obra de edificar la iglesia del Señor. Al participar, debemos abandonar nuestros propios deseos y seguir la voluntad del Señor. Debemos rechazar los métodos del mundo y comprometernos a edificar la iglesia del Señor con los métodos del Señor. En particular, debemos orar con fe, aferrándonos a las promesas de Dios para Su iglesia (Hch. 1:14). Y debemos ser llenos del Espíritu Santo (Hch. 2) y seguir Su guía para servir en el cuerpo de Cristo. Debemos predicar el evangelio de nuestro Señor Jesucristo con valentía (Hch. 2:14 ss., 4:31). Así, el Señor añadirá a la iglesia los que han de ser salvos (Hch. 2:47).