Un cristiano que es digno de ser llamado cristiano
(Conclusión)
Debemos ser verdaderos cristianos. Hemos recibido la salvación por la gracia completa de Dios y debemos vivir enfocados en una fe activa, centrados en una vida espiritual interna. Debemos abandonar la impureza del corazón y la hipocresía. Debemos llegar a ser cristianos maduros, firmes en la fe, viviendo una vida santa separada del mundo. Debemos renunciar a las cosas mundanas. No debemos ser orgullosos, sino rechazar las tentaciones de las riquezas y vivir una vida de moderación. Y debemos amarnos unos a otros en el Señor, cuidando la unidad de la iglesia. Debemos ser cristianos atractivos que cumplan fielmente su papel como luz y sal del mundo.
Debemos ser verdaderos discípulos de Jesús. Debemos amar a Jesús aún más que a nuestra propia familia e incluso que nuestra vida misma. Y cada uno debe cargar con su propia cruz y seguir fielmente a Jesús. Debemos ser cautelosos con nuestras palabras y mantener la calma. Debemos asumir la responsabilidad del matrimonio de nuestros hijos y guardar el domingo como día santo.
Debemos ser cristianos sabios, llenos del Espíritu Santo. Debemos familiarizarnos con la Palabra de Dios y depender de Él en la oración. Después de recibir la gracia, debemos cuidar aún más nuestro corazón. Nosotros, como cristianos, debemos ser capaces de perdonar. Así como Dios nos perdonó, debemos perdonar a nuestros vecinos de corazón.
Debemos vivir una vida recta como cristianos, manteniendo relaciones correctas, una perspectiva adecuada sobre los negocios, la herencia, el futuro y el compromiso. Nuestra vida moral como cristianos debe ser mejor que la de los fariseos hipócritas, no solo ante los ojos de la gente sino ante Dios. Debemos vivir una vida justa y digna del evangelio. Debemos ser rectos y honestos, vivir con orgullo como cristianos y con valentía en la fe. No debemos ser cristianos necios que se engañan a sí mismos.
Debemos ser cristianos que adoran a Dios verdaderamente. Debemos obedecer humildemente la palabra del Señor y cumplir hasta el fin las responsabilidades que se nos han confiado. Debemos ser cristianos que agradan aún más a Dios en medio del sufrimiento. Debemos clamar a Dios y confesar nuestros pecados. Además, debemos amar aún más la iglesia, el cuerpo del Señor, y darle gracias a Dios con alabanzas y adoración. Debemos ser cristianos que saben disfrutar las bendiciones del Señor en medio de la tribulación.
Debemos ser cristianos victoriosos por la palabra de Dios. Debemos hacer de la palabra de Dios nuestra esperanza, nuestro consuelo, nuestro cántico y nuestra posesión. Como siervos de Cristo, debemos servirle con fidelidad. Debemos obedecer sin falta y de manera constante el trabajo que el Señor nos ha confiado. Debemos gloriarnos sólo en Jesucristo y predicar el evangelio de Cristo Jesús. Sólo cuando estemos delante del Señor, deseamos recibir la alabanza: “Bien hecho, buen siervo y fiel” (Mateo 25:21). Con ese anhelo en el corazón, debemos cumplir fielmente la misión que el Señor ha dado a cada uno de nosotros.
Oro para que tú y yo podamos ser quienes reflejen la verdadera belleza del cristiano.