Cristiano que sabe asumir la responsabilidad

 

 

 

“Y dijeron unos a otros: ‘Echemos suertes para saber por causa de quién nos ha venido este mal’.

Y echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás.” (Jonás 1:7)

 

 

¿Somos realmente cristianos que saben asumir la responsabilidad?  Mientras meditaba en Jonás 1:7-17, recibí tres lecciones a través de tres preguntas que intenté aplicar en mi vida.  Estas tres lecciones son:
(1) Primero, cuando el Dios Santo revela nuestro pecado, debemos confesarlo sinceramente ante Él;
(2) Segundo, no culpar a los demás;
(3) Y tercero, esforzarnos por ser cristianos que digan “la culpa es mía” y asuman la responsabilidad.

Al reflejar estas lecciones en mí mismo, reconozco que tengo la tendencia pecaminosa de querer mentir incluso delante de Dios, de culpar a otros y evadir mi propia responsabilidad.

Nosotros, cristianos, debemos enfrentar esa tendencia pecaminosa a evadir la responsabilidad. Debemos ser honestos con nosotros mismos ante Dios. Ya no debemos culpar a otros ni a las circunstancias para evitar aceptar nuestras responsabilidades. Si hoy aún no reconoces tu responsabilidad ante Dios y justificas tus malas decisiones culpando a otros o a la situación, seguramente estás atrapado en un sentimiento de victimismo, autocompasión y culpa. Además, probablemente estás desobedeciendo a Dios, viviendo tu fe y participando en la iglesia con una actitud irresponsable, actuando y hablando sin medir las consecuencias. ¿Qué crees que hará el Padre Dios con esos hijos irresponsables?

Encontré una respuesta más clara a esta pregunta mientras estudiaba Jonás 1:7-17 con los líderes de mi iglesia. La enseñanza que recibí es que, aunque Jonás desobedeció el mandato de Dios y huyó hacia Tarsis en dirección opuesta a Nínive (v. 2-3), y a pesar de que Dios envió una tormenta que casi destruye el barco (v. 4), Dios responsabilizó a Jonás, quien irresponsablemente dormía profundamente en la bodega del barco (v. 5). Además, Dios llevó a Jonás a confesar su pecado ante el capitán y los marineros paganos, y a tomar una decisión de arrepentimiento, mostrando así el amor fiel de Dios y su actuar responsable. ¿Cómo actuó Dios con Jonás, que dormía profundamente y sin responsabilidad, pero con amor fiel?

Dios hizo que los marineros paganos asumieran una conducta responsable, y así obligó a Jonás a reconocer su irresponsabilidad. En otras palabras, cuando los marineros paganos echaron suertes para descubrir quién era el responsable del desastre que los había alcanzado, Dios permitió que la suerte cayera sobre Jonás, obligándolo a admitir su conducta irresponsable (v. 7). Además, mediante las cuatro preguntas de los marineros, Dios hizo que Jonás enfrentara su irresponsabilidad.

 

Las cuatro preguntas fueron, en primer lugar: “¿Por qué causa ha venido este desastre sobre nosotros?” (versículo 8). Esta primera pregunta de los marineros hizo que Jonás reconociera que el desastre era resultado de su irresponsable desobediencia a la orden de Dios. Jonás no pudo negar que la tormenta y el casi naufragio del barco se debían a él. Ya no pudo culpar a otros, ni tampoco a las circunstancias. Tuvo que admitir que el único responsable era él mismo.

La segunda pregunta de los marineros fue: “¿Cuál es tu oficio?” (versículo 8). Es decir, Dios hizo que estos marineros paganos preguntaran esto para que Jonás reconociera su irresponsable huida, evitando su responsabilidad y misión profética. A pesar de haber perdido su sentido del llamado, Dios se acercó a Jonás con responsabilidad.

En tercer lugar, los marineros preguntaron: “¿De dónde vienes?” (versículo 8). Esta pregunta probablemente hizo que Jonás recordara Nínive, la ciudad a la que Dios le había ordenado ir. Aunque Jonás debía ir a Nínive, estaba huyendo en la dirección opuesta, por lo que esta pregunta le hizo confrontar su desobediencia a la orden de Dios.

La cuarta pregunta fue: “¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres?” (versículo 8). Por medio de esta pregunta, Dios hizo que Jonás recordara su responsabilidad como pueblo escogido de Israel de obedecer los mandamientos divinos.

¿No es sorprendente? ¿No es asombroso que Dios revele nuestro pecado y desobediencia incluso a través de las preguntas de personas no creyentes en nuestras vidas, haciéndonos conscientes y finalmente llevándonos a reconocerlo? Al final, Jonás confesó ante los marineros paganos tanto a sí mismo como a su Dios. Dijo que era hebreo, que temía a Dios, que su Dios era Jehová, el Dios que hizo el mar y la tierra, y les confesó que estaba huyendo de la presencia de Jehová. Los marineros, muy asustados, le preguntaron: “¿Por qué has hecho esto?” Era como si su conciencia les reprochara. Cuando el mar se volvió aún más violento, los marineros le preguntaron a Jonás: “¿Qué debemos hacer contigo para que el mar se calme para nosotros?” (versículo 11).

Entonces escuchen la respuesta de Jonás: “¡Tírenme al mar…!”

Jonás sabía que la gran tormenta que enfrentaban los marineros paganos era por su desobediencia, y también sabía que la única manera de calmar el mar tempestuoso era lanzándose él mismo al mar. Por eso les dijo a los marineros: “¡Tírenme al mar!”. Jonás comprendió que solo con esta acción responsable podría salvar a los marineros paganos.

Nuestro Dios utilizó incluso a estos marineros paganos para revelar la irresponsable desobediencia de Jonás, y finalmente hacer que él la reconociera. ¿No es el mismo Dios quien, a través de personas no creyentes, nos hace reconocer nuestros pecados de irresponsable desobediencia? Ya no debemos ser cristianos irresponsables. Porque nuestros actos irresponsables no solo ocultan la gloria de Dios, sino que también causan daño a los no creyentes que nos rodean. Así como la irresponsable desobediencia de Jonás casi destruyó el barco y causó daño al capitán y marineros paganos, nuestras acciones irresponsables pueden perjudicar a quienes están a nuestro alrededor.

Debemos ser cristianos que saben asumir responsabilidades. ¿Cómo debemos asumirlas? Primero, confesando a Dios nuestros pecados de desobediencia. Luego, con la certeza del perdón, debemos también confesar nuestras faltas a los no creyentes a quienes hemos perjudicado con nuestra irresponsabilidad. Debemos reconocer nuestras acciones irresponsables y admitir que a causa de ellas han llegado ‘tormentas’ a sus vidas, pidiendo perdón por ello.

En medio de esto, debemos tomar una decisión de arrepentimiento, como hizo Jonás. Así como él se pidió que lo lanzaran al mar, nosotros debemos entregarnos al mar de la sangre de la cruz de Jesús. No debemos quedarnos solo en confesar con los labios. Si verdaderamente somos cristianos responsables, debemos mostrar con hechos nuestro arrepentimiento. Solo así la gran tormenta que ha afectado incluso a los no creyentes se detendrá. Así el mar tempestuoso se calmará. Así como los marineros paganos, los no creyentes comenzarán a temer a Dios y a adorarlo. Y así entraremos en el ‘gran pez’ que Dios ha preparado para nosotros, volveremos a mirar a Dios, y a través de la oración experimentaremos la gracia salvadora de Dios.  Que todos nosotros disfrutemos esta gracia de salvación y seamos cristianos que saben asumir responsabilidades.