No seamos cristianos que han perdido su sabor

 

 

 

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada,

 sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.” (Mateo 5:13)

 

 

Mientras meditaba en el pasaje de Mateo 4:18-22, recibí una enseñanza sobre “Jesús que nos llama”. Así como Jesús llamó a Pedro y a su hermano Andrés, a Jacobo y a su hermano Juan, comprendí que también me está llamando a mí y a cada uno de nosotros. Aprendí que en el llamado de Jesús, “Venid en pos de mí” (Come, follow me), hay una promesa: “Y os haré pescadores de hombres” (I will make you fishers of men).

De esta manera, Jesús también nos da un llamado más alto, un higher calling. ¿Cómo debemos responder? Así como Pedro, Andrés, Jacobo y Juan, debemos dejar inmediatamente lo que tengamos que dejar y seguir a Jesús. Tal como ellos dejaron las redes, la barca, e incluso a su padre Zebedeo, también nosotros debemos estar dispuestos a dejarlo todo por seguirle.

Veamos ahora el pasaje de Mateo 5:13. Jesús dice:
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.”

Quiero meditar hoy en esta palabra bajo el título: “No seamos cristianos que han perdido su sabor”, y recibir la enseñanza que Jesús nos da.

Jesús dice que somos “la sal de la tierra” (versículo 13). ¿Qué significa esto? Significa que, como discípulos de Jesús, debemos dar sabor al mundo. Hermanos, ¿cuál es el sabor de la sal? Es el sabor salado.

Dicen que en el drama histórico coreano Jumong aparece una escena donde la sal se usa como medio importante de intercambio comercial. Tal vez en tiempos antiguos se pagaba con sal por el trabajo, e incluso se podía comprar con ella los bienes necesarios. Se dice que el término inglés “salary” (sueldo) proviene de “salt” (sal). Esto muestra cuán valiosa e importante ha sido la sal a lo largo de la historia.

De la misma manera, tú y yo somos personas muy importantes y valiosas como la sal. Nosotros, los cristianos, somos esenciales en este mundo. La sal da sabor a los alimentos, pero también cumple una función de preservación. Se dice que los alimentos que contienen más del 12% de sal pueden conservarse por mucho tiempo sin echarse a perder.

Así también, nosotros debemos ser aquellos que no sólo damos sabor al mundo con el amor y la verdad del Evangelio, sino también aquellos que lo preservan del deterioro espiritual y moral. Jesús nos ha hecho sal, no para perder el sabor, sino para cumplir nuestro propósito en Él.

Además, la sal cumple con los siguientes roles:

  1. Estimula el metabolismo. La sal facilita el metabolismo al ayudar a descomponer los alimentos y eliminar los desechos del cuerpo. Cuando el metabolismo no funciona correctamente, la sangre se acidifica, disminuye la inmunidad y aumenta el riesgo de diversas enfermedades.

  2. Ayuda a la producción de glóbulos rojos y limpia los vasos sanguíneos. Una ingesta insuficiente de sal no solo causa problemas digestivos, sino también deficiencia de hierro, lo que impide la producción de glóbulos rojos y provoca anemia. También ayuda a prevenir la arteriosclerosis y la hipertensión.

  3. Equilibra los fluidos corporales. La sal regula los niveles de agua en el cuerpo y previene que el metabolismo se vuelva demasiado ácido o alcalino, facilitando la absorción y almacenamiento de nutrientes.

  4. Facilita la digestión. La sal elimina impurezas adheridas a las paredes del estómago e intestinos, ayuda al movimiento intestinal, previene la fermentación anormal en el intestino y mejora su funcionamiento. Así, permite que los nutrientes se distribuyan correctamente por el cuerpo.

  5. Actúa como desintoxicante y antiséptico. Cuando sustancias nocivas o bacterias invaden el cuerpo, la sal impide que entren en las células o vasos sanguíneos, fortaleciendo así la resistencia del cuerpo.

  6. Ayuda a bajar la fiebre y detener el sangrado. Si aplicamos sal sobre una herida superficial con sangrado, vemos cómo se coagula rápidamente. Esto se debe a las propiedades de la sal para reducir la fiebre y detener el sangrado desde el interior del cuerpo.

  7. Regenera células. La sal ayuda a recuperar rápidamente las células muertas o dañadas. Si se consume buena sal junto con agua pura, no solo revitaliza el cuerpo, sino que también es eficaz contra problemas de la piel como manchas, pecas y acné.

  8. Aporta minerales. Los minerales, esenciales para el cuerpo humano, ayudan a purificar la sangre, mejorar la digestión y prevenir la pérdida de proteínas a través de la orina. Aunque en pequeñas cantidades, la sal también aporta estos minerales.

Los cristianos somos personas extremadamente importantes en este mundo precisamente porque tenemos la misión de dar sabor al mundo con el Evangelio y de prevenir la corrupción de la sociedad y de la vida humana.

Sin embargo, en la realidad actual, parece que muchos cristianos no estamos cumpliendo con esta responsabilidad. Aunque proclamamos el Evangelio con nuestros labios, no vivimos de manera digna del Evangelio en nuestro día a día. Aún más grave, en lugar de impedir la corrupción de la sociedad, a veces nosotros mismos caemos en actos de corrupción e injusticia.

En pocas palabras, los cristianos de hoy no estamos desempeñando el papel de sal en este mundo. Quienes decimos creer en Jesús nos parecemos a la sal que ha perdido su sabor.

A nosotros, en esta condición, Jesús nos dice hoy en Mateo 5:13:
“… pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.”

Así como la sal que ha perdido su sabor no sirve para nada, parece que nosotros, los cristianos de hoy, también estamos llegando a ser personas sin utilidad en este mundo.

Hermanos, ¿qué debemos hacer? Primero, debemos arrepentirnos. Y luego, debemos recuperar el sabor de la sal. Así podremos ser cristianos que dan sabor en este mundo con nuestra vida.

Mi deseo es que tanto ustedes como yo, mientras vivimos en este mundo, no seamos cristianos que han perdido su sabor, sino que seamos aquellos que, a través del Evangelio, dan sabor a este mundo y cumplen fielmente el papel de impedir que esta sociedad se corrompa, convirtiéndonos en cristianos que realmente dan sabor.