La gracia de Dios
“Levántate, ve a la gran ciudad de Nínive, y proclama contra ella, porque su maldad ha llegado delante
de mí... Levántate, ve a la gran ciudad de Nínive, y proclama el mensaje que yo te diré” (Jonás 1:2; 3:2).
Si comparamos la primera palabra que Dios dio al profeta Jonás en Jonás 1:2 y la segunda en Jonás 3:2, encontramos que ambas comienzan con la misma frase: “Levántate, ve a la gran ciudad de Nínive”. Sin embargo, también hay diferencias. La primera orden de Dios a Jonás explica el porqué (el motivo) de que debe ir a Nínive, mientras que la segunda indica qué debe proclamar.
En otras palabras, en la primera orden Dios le dice a Jonás la razón por la que debe ir a Nínive: “su maldad ha llegado delante de mí” (1:2), y en la segunda le dice qué debe proclamar: “En cuarenta días Nínive será destruida” (3:4).
Al meditar en estos dos versículos, pensé: “¿Cómo habría reaccionado Jonás si el orden de estas dos instrucciones hubiera sido al revés?” Es decir, si en el primer mandato Dios le hubiera dicho qué debía proclamar en vez del porqué debía ir a Nínive, ¿habría obedecido? Creo que sí. Si la primera orden que Dios le hubiera dado a Jonás fuera “Levántate, ve a la gran ciudad de Nínive y proclama lo que yo te mande” (3:2), seguramente Jonás habría obedecido con alegría y habría ido a Nínive para proclamar “En cuarenta días Nínive será destruida” (4).
Esto se debe a que Jonás profetizó que Dios usaría a Asiria (cuya capital era Nínive) como vara para disciplinar a Israel. Como profeta de Israel, Jonás probablemente deseaba la destrucción de Asiria por patriotismo. Por tanto, si Dios le hubiera dado primero la orden de ir a Nínive con el mensaje de destrucción, no habría desobedecido ni huido hacia Tarsis, sino que habría obedecido de inmediato y ido a Nínive.
Esto muestra que Jonás no reflejaba completamente el corazón de Dios. Aunque desobedeció la primera orden (1:2) y fue disciplinado por el Dios santo y justo, y después de orar arrepentido en el vientre del gran pez fue salvado, Jonás no abrazó el corazón misericordioso y lleno de gracia de Dios —quien es lento para la ira y grande en misericordia, y que se arrepiente de enviar calamidad (4:2)— sino que se engañó a sí mismo pensando que tenía el corazón santo y justo de Dios y por eso no proclamó con alegría “En cuarenta días Nínive será destruida”.
Pero la increíble gracia de Dios es que, aunque conocía el corazón de Jonás, que eligió y amó para ser su siervo, lo usó de todos modos. La gracia de Dios consiste en que puede usar incluso a un profeta que no comprende bien su corazón para cumplir su voluntad.
Yo soy un pastor como Jonás. No siempre abrazo plenamente el corazón de Dios, pero proclamo su palabra. A veces, en vez de alimentar bien al rebaño con la palabra, predico con mensajes severos o que “golpean” la palabra, tal como Jonás proclamó a Nínive: “En cuarenta días Nínive será destruida”. Mi corazón duro y pecaminoso debe quebrantarse primero, pero a veces deseo que sea el corazón del rebaño el que se quiebre al escuchar la palabra.
Sin embargo, Dios ama y usa incluso a un pastor que no refleja plenamente su corazón. Esto es lo que significa la gracia de Dios.
Deseando imitar el corazón de Dios,
Pastor James Kim
(Orando para predicar con plenitud de gracia y gracia abundante)