Jesús volvió donde estaban sus tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan, y al ver que estaban dormidos, le dijo a Pedro: “Simón, ¿estás durmiendo? ¿No pudiste velar conmigo ni siquiera una hora? Velen y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil.” (Marcos 14:37-38, Biblia al Día)
Meditamos sobre esta palabra buscando recibir la enseñanza que nos ofrece:
(1) Lucas escribe que, cuando Jesús suplicó al Padre: “Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”, entonces “se le apareció un ángel del cielo que lo fortalecía” (Lucas 22:42-43, Biblia al Día).
(a) El hecho de que un ángel del cielo haya fortalecido a Jesús tiene un significado profundo. La intervención de un ángel también se menciona cuando Jesús fue tentado por el diablo en el desierto (Mateo 4:11; Marcos 1:13). Tras esa tentación, Jesús estaba agotado, pero el ángel vino a ayudarle, y luego pudo continuar su ministerio lleno del Espíritu. Así también, en Getsemaní, mientras oraba lleno de angustia y temor, un ángel le asistió para que pudiera recorrer hasta el final el camino del sufrimiento (Hokma).
(2) Marcos y Mateo relatan que Jesús regresó y encontró dormidos a Pedro, Santiago y Juan (Marcos 14:37; Mateo 26:40, Biblia al Día). Lucas, por su parte, dice: “Jesús se levantó de donde estaba orando, fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos, rendidos por la tristeza” (Lucas 22:45, Biblia al Día). Lucas destaca que los discípulos estaban dormidos debido a su tristeza.
(i) ¿Por qué estaban los tres discípulos abatidos por la tristeza? En Juan 16:5-6 leemos: “Ahora voy al que me envió, pero ninguno de ustedes me pregunta: ‘¿A dónde vas?’ Al contrario, se han llenado de tristeza por lo que les he dicho.” [Ver también: v.20a: “Les aseguro que ustedes llorarán y se lamentarán…”; v.22a: “Ahora están tristes…”] La razón de su tristeza era que Jesús iba a regresar al Padre que lo había enviado (v.5), y pronto ya no lo verían (v.19).
(3) Al verlos dormidos de tristeza (Lucas 22:45, Biblia al Día), Jesús le dice a Pedro: “Simón, ¿estás durmiendo? ¿No pudiste velar conmigo ni siquiera una hora? Velen y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil” (Marcos 14:37-38, Biblia al Día). Y sin embargo, Pedro había declarado enérgicamente: “Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré” (v.31). A pesar de eso, no fue capaz de mantenerse despierto ni siquiera una hora para orar con el Señor. Estaban física y emocionalmente exhaustos, y también espiritualmente desconectados, por eso cayeron en el sueño (Hokma).
(a) Aunque Jesús les dijo: “Velen y oren para que no caigan en tentación” (v.38), ellos no velaron ni oraron, sino que se durmieron por la tristeza.
Jesús enseñó que solo la oración podría librarlos de la prueba que se avecinaba (Hokma), pero no lograron orar y se dejaron vencer por el sueño.
(4) Nosotros no somos muy distintos de los discípulos. También fallamos en velar y orar con Jesús, y así pecamos contra Dios. Aunque nuestro espíritu desea no pecar, al no orar con Jesús, nuestra carne débil nos lleva a cometer pecados que no deseamos.
¿Qué debemos hacer? (Kim Chang-se)
(a) Primero, debemos aferrarnos con fe a Romanos 8:26-27, 34: “El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Pues no sabemos cómo debemos orar, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. … Cristo Jesús murió, pero resucitó, y ahora está a la derecha de Dios intercediendo por nosotros” (Biblia al Día).
(b) Segundo, para no caer en tentación (Mateo 26:41), debemos orar con Jesús, quien está con nosotros (Mateo 26:38; Romanos 8:34), siguiendo la guía del Espíritu Santo que nos fortalece (Lucas 22:43) y nos ayuda en nuestra debilidad (Romanos 8:26, Biblia al Día).
(c) Tercero, debemos continuar escuchando y creyendo en el evangelio de Jesucristo, que es la semilla de Dios que habita en nosotros (1 Juan 3:9), la “semilla incorruptible” y “la Palabra viva y eterna de Dios” (1 Pedro 1:23-25), el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (Romanos 1:16). Así venceremos por medio de la fe en Jesús (1 Juan 5:4-5).