Para una relación íntima... debemos entender la diferencia entre ser 'honesto' y ser 'auténtico'
Han Seungmin, Director General de la Clínica de Salud Mental Seolleung Forest Publicado el 11 de julio de 2025, 08:00
Una paciente de unos treinta años, que conocí en la consulta, se sinceró con cautela. Contó que tenía muchos amigos y que, a simple vista, parecía llevarse bien con todo el mundo. Sin embargo, sentía que nunca estaba en el centro de ningún grupo y que siempre era “la que queda al margen”. Dijo que incluso en un grupo de mensajería que había mantenido durante años, se sentía excluida, lo que le causaba gran sufrimiento. Confesó que muchas noches no podía dormir pensando en la posibilidad de que existiera otro grupo de conversación del que ella no formaba parte. Aunque su vida parecía tranquila por fuera, por dentro se sentía sola y agotada.
La historia de esta mujer refleja en realidad el interior de muchas personas. Decir que uno se lleva bien con los demás solo describe la amplitud de las relaciones, no su profundidad. Conocer a muchas personas, tener con quién hablar o compartir conversaciones cotidianas no garantiza que se experimente una verdadera intimidad. De hecho, en medio de esas relaciones, el sentimiento de “¿por qué me siento tan sola?” puede hacerse aún más evidente.
La intimidad se construye sobre la base de compartir sinceramente, asumiendo riesgos
Muchas veces deseamos relaciones más profundas, pero evitamos un elemento clave para lograrlas: mostrar nuestras debilidades. La verdadera intimidad comienza cuando nos atrevemos a compartir lo que tememos, lo que nos avergüenza y las heridas que llevamos dentro. Aun así, la mayoría de las personas lo evita. Nos preocupamos por si el otro nos va a juzgar, si se va a decepcionar, o si va a ignorar nuestra historia o a divulgarla. Estas preocupaciones son comprensibles. Las personas pueden ser impredecibles y a veces actúan de forma distinta a lo que esperamos. Sin embargo, si por miedo a esa incertidumbre solo compartimos temas seguros y superficiales, nuestras relaciones se quedan estancadas, sin llegar a profundizar, como quien nada en aguas poco profundas. Las conversaciones profundas y las conexiones auténticas se construyen cuando nos arriesgamos a compartir con sinceridad.
Ser honesto no es lo mismo que ser auténtico
En este punto, uno podría preguntarse: ¿Entonces debo contarlo todo? Pero lo que aquí llamamos autenticidad no se refiere a mostrar nuestras emociones sin filtro, de forma impulsiva. La autenticidad es una actitud que surge cuando nuestros valores internos se alinean con lo que decimos y hacemos. Sin necesidad de probar o adornar nada, las personas perciben instintivamente si alguien está siendo genuino o no. Una persona auténtica tiene confianza en su interior. Por eso no necesita fingir. No tiene que esconder ni exagerar sus emociones. Tampoco necesita actuar con base en suposiciones como “con esto ya bastará” para agradar en una relación. Estar al lado de alguien así nos hace sentir en calma. Surge primero la empatía, no el juicio; el apoyo, no la competencia. Y cuanto más nos convertimos en ese tipo de persona, más naturalmente se forman vínculos con otras personas semejantes.
Ser una persona llena de imperfecciones, no solo “alguien que está bien”
A menudo, intentamos ser una buena persona dentro de nuestras relaciones. Alguien educado, que sabe escuchar, que se guarda las palabras incómodas, que no causa problemas. Pero ese esfuerzo por ser una “buena persona” puede terminar haciéndonos sentir cada vez más solos. Las relaciones no se profundizan tratando de ser alguien con quien simplemente se puede llevar bien, sino siendo alguien con quien uno pueda compartir su verdad con comodidad. Cuando decimos algo incómodo y la otra persona sigue a nuestro lado, la relación da un paso más hacia la profundidad. Cuando mostramos nuestras debilidades y defectos, y aun así no nos dan la espalda, podemos abrir un poco más las puertas del corazón. Son esos pequeños momentos acumulados los que construyen la verdadera intimidad. Porque lo que anhelamos no es una persona perfecta, sino una persona real. Alguien con quien podamos compartir espacios del alma, alguien frente a quien podamos mostrarnos torpes sin miedo. En esa clase de relación, por fin podemos relajarnos y vivir siendo nosotros mismos. Una relación genuina no nace del esfuerzo por agradar, sino de la confianza de pensar: “Esta persona sabrá entender mi corazón.”
El coraje de quedarse junto a una buena persona
Ahora bien, eso no significa que debamos abrir nuestro corazón a todo el mundo. De hecho, es más importante elegir con quién queremos mantener una relación. No hay razón para forzar una conexión con alguien que constantemente nos incomoda, ignora nuestros sentimientos o nos utiliza. Para tener buenas relaciones, también se necesita el valor de cortar las que no lo son. Eso también es parte de ser sincero con uno mismo. Con el tiempo, las personas se vuelven cada vez más claras. Cómo hablan, cómo reaccionan ante un conflicto, si están dispuestas a acompañarnos en los momentos difíciles... La autenticidad de una relación no se revela con palabras, sino que se muestra poco a poco, con el tiempo. Por eso, a través de lo que alguien dice y hace, a través de cómo nos trata, podemos darnos cuenta de si es alguien que merece quedarse cerca. Y ante ese juicio, protegernos y mantenernos firmes no debería causar duda. Más bien, es el primer paso hacia conexiones más honestas y profundas.
Porque estamos agotados de las relaciones que solo se ven bien desde fuera
Una relación real no empieza con muchas personas, sino con una sola persona con quien podamos soltar el alma. Por eso, el camino para salir de la soledad no consiste en acercarse a más personas, sino en tener cerca a alguien con quien podamos ser más honestos. No se trata de mostrar una versión “correcta” de nosotros, sino de ofrecer el “yo real”, tal y como somos. Cuando hacemos eso, la relación empieza por fin a respirar. Y dentro de esa conexión, nos sentimos un poco menos solos, y un poco más fuertes.
Fuente: Health Chosun – 10 de julio de 2025